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jueves, 11 de septiembre de 2014

Turistas y otros animales 2

   Esta nueva anécdota proporcionada generosamente por una turista argentina, ocurrió cuando trabajaba en el hotel, allá por los tiempos de Carolo. Mi madre siempre acaba llorando de la risa cuando la cuento pero he de reconocer que tiene mucha más gracia cuando se escucha, sobre todo con lo exagerada que soy yo, aunque haré el esfuerzo de que quede tan graciosa como fue (probablemente a la protagonista no le hizo tanta gracia).

   Como ya he mencionado antes, la protagonista es una señora argentina de unos sesenta años que viajaba con su sobrino de veintitantos y con su madre, tan amojamada que parecía la momia de Seti, la pobre señora. Venían la señora y su madre a casa de la hermana de ella, madre del chico, que vivía en Valencia o un pueblo de la provincia, y el chico las había ido a recoger a Madrid y, ya de paso, a hacer un poco de turismo por estas tierras de nuestra bella España. Una de las paradas fue Toledo. 

   Durmieron una noche en el hotel y, al día siguiente, recogieron sus maletas y las bajaron a recepción, el chico se fue al parking a sacar el coche y traerlo a la puerta del hotel para recoger las maletas y a la abuela que, la verdad, para muchos trotes no estaba. Mientras llegaba el chico, la señora en cuestión se llevó a la mamá un rato a la plaza de Zocodover para que tomara el aire mientras llegaba el sobrino y cargaban el equipaje. Conviene que en este momento explique que estábamos en pleno verano rabioso de Toledo, que era media mañana y que las sombras en la plaza de Zocodover son bastante escasas. 

   La señora se deja a la madre en la plaza y se viene a esperar al sobrino, el tiempo empieza a pasar y el sobrino no viene, yo empecé a pensar que el garaje donde había aparcado igual estaba en Burgos porque ya llevaba fuera más de media hora y el parking no queda a más de diez minutos; le sugerí a la señora que se fuese a traer a la madre, que hacía mucho calor, y ella empeñada en que no hacía falta, que la había dejado en una sombra (no me atreví a decirle que, igual en Argentina no, pero que aquí el sol tenía la curiosa manía de moverse). Pasada otra media hora, la señora ya se empieza a poner nerviosa y decide ir a por su madre, vuelve en cuestión de dos minutos sudando y sofocada y grita desde la puerta: "¡¡MI MAMÁ NO ESTÁ!!". Me explica que en el lugar donde había dejado a su madre sentada pegaba un sol tremendo y que ella no estaba en ninguna parte, además no puede andar sola y no es posible que se hubiera ido a dar una vuelta, la vi tan apurada que me callé lo que estaba pensando pero me daban ganas de decirle: "¿Se ha fijado usted si, donde estaba su madre, ahora hay un charquito?" me dolió pero me lo callé.

   Allí venga a pasar tiempo y no aparece nadie, la buena mujer cada vez más nerviosa porque no sabe dónde se podía haber metido su madre, yo le decía que igual el sobrino había pasado por allí y se la había llevado pero no se quedaba contenta, para ella tenía que haber al menos un muerto de manera trágica en la historia. Aprovecho este momento para decir que el sobrino se había dejado el cargador del móvil en su casa de manera que tenía el móvil sin batería y no se podía contactar con él.

   Pues bien, después de bastante rato más, la mujer me pide que le deje llamar a su hermana a Valencia, "pero ¿para qué?", "para contárselo a mi hermana", "pero mujer, ¿para qué va usted a preocuparla si todavía no sabe si ha pasado algo? además desde allí ella no puede hacer nada". Pues no hubo manera, tuve que marcarle y la señora se pone a contarle a su hermana que su madre y su hijo están desaparecidos desde hace más de una hora, imagino que ella le preguntaría después de escuchar el relato (pelín absurdo e inconexo) que qué podía hacer ella desde allí, a lo que la mujer colgó bastante frustrada y con la promesa de volver a llamar cuando se resolviera la historia. Yo ya veía que a la mujer le iba a dar un ataque, se estaba subiendo por las paredes, cuando de pronto entra por la puerta el sobrino y dice que, pasando por Zocodover, vio que la abuela estaba sentada a pleno sol y la recogió en el coche... lo que no me quedó claro, y a la tía tampoco pese a que insistió mucho en la pregunta, es por qué demonios tardó casi hora y media en una maniobra que la inmensa totalidad de los seres humanos que la han hecho antes tardan no más de 15 minutos; algo debía de ocultar porque no se explicó en absoluto. Y después de todo eso, la señora se iba sin llamar a su hermana para decirle que su madre y su hijo estaban vivos y en perfecto estado de salud, se lo tuve que recordar yo.

   Cuando se marcharon por fin, no podía parar de reír e hice lo más lógico que podía hacer y que suelo hacer en este tipo de situaciones: llamé a mi madre y se lo conté con pelos y señales... podía oírla llorar de la risa a través del teléfono.

   Con cariño: Mercedes

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