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domingo, 25 de enero de 2015

Eufemismos

Eufemismo. (Del latín euphemismus)Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante.

   Si hacemos caso a la definición que encontramos en el diccionario de la RAE, el eufemismo sería, a priori, algo bueno, positivo, agradable, que fue inventado con la intención de hacernos la vida un poco más fácil a todos. Si esto es así..... ¿¿¡¡por qué a mí me pone de tan mala leche!!??.

   Y es que más de la mitad de la población de habla hispana no tendrá ni la más remota idea de qué es un eufemismo pero, eso sí, todos son maestros en el uso (y a veces abuso) de este recurso. Tampoco es nada del otro mundo, viene a ser utilizar una palabra o frase más o menos inocente para no decir abiertamente lo que no queremos decir... pero nos morimos por decir... pero estaría feo... o sería desagradable... 


   El uso del eufemismo, en sí mismo, requeriría de cierta habilidad y conocimiento del lenguaje, pero esto no hace falta desde que existe la prensa, muy especialmente la del corazón, que debe de contar con una tecla de eufemismo automático que pulsa casi compulsivamente, venga a cuento o no. Porque, vamos a ver, el que acuñó la expresión larga enfermedad para referirse al cáncer, debió reclamar derechos de autor y ahora sería dueño de una isla en la Polinesia... ¡que no se les cae de la boca a los periodistas!, vale que el cáncer es una cosa muy chunga, en mi casa lo hemos vivido de primera mano (demasiado, por desgracia), pero el hecho de no mencionar el nombre no hace que los efectos sean menos malos, ¿qué sentido tiene? Es cierto que puede durar incluso años, entonces tendría sentido aludir a su duración, aunque me parece una soberana cursilada, lo que ya es de traca es lo que escuché el otro día en la radio: "murió rápidamente por una larga enfermedad" y esto es verídico, ¿hace falta que diga más?. ¡¡Se llama cáncer!! ¡¡¡y no va a empeorar por nombrarlo ni a desaparecer por no hacerlo!!!.

   El eufemismo se ve alimentado por temas desagradables, como hemos podido comprobar, y se hace un alarde exagerado cuando hablamos de la muerte. Desde hace algunos años nadie se muere o fallece, se va, desaparece, nos deja, etc; es de lo más habitual escuchar en los medios de comunicación que fulano nos dejó hace unos meses, que mengano se fue repentinamente (quizás por una larga enfermedad) o que lamentamos la desaparición de perengano... Ni se ha ido a ninguna parte, ni nos ha dejado ni ha desaparecido... ¡¡SE HA MUERTO!! y la realidad no va a cambiar por negarla.


   Las guerras ya no son guerras, son intervenciones militares con daños colaterales, no hay mendigos en las calles, hay personas sin techo, nadie aborta hoy día, practica una interrupción voluntaria del embarazo, los estudiantes ya no suspenden sino que obtienen una calificación insuficiente, las limpiadoras o criadas son una reminiscencia franquista, lo que ahora priva es tener empleadas del hogar (que cobran lo mismo pero suena mucho más fino), nadie conoce ya a un borracho sino a una persona con problemas de alcoholemia, ya no hay cojos cojeando por ahí sino personas con movilidad reducida, nadie va hoy día a la cárcel sino que ingresa en un establecimiento penitenciario y, por supuesto, en España no hay parados sino desempleados, desocupados o población inactiva.


   Pero el eufemismo de los eufemismos, el eufemismo por antonomasia que, además, se ha puesto muy de moda pero que no es nuestro, lo hemos heredado de los americanos (que son los reyes del eufemismo), es políticamente correcto. Dudo que mucha gente que lo usa tenga la menor idea de lo que está diciendo, de ser así no lo usarían; es una manera cursi de decir que las cosas claras son desagradables o suenan mal y es preferible ser hipócritas y darle un nombre rimbombante... vamos, usar un eufemismo: "decir negro es políticamente incorrecto, se dice persona de color", "llamarlos gitanos suena racista, lo políticamente correcto es llamarlos personas de etnia gitana... pero que no entren en mi tienda", "no digas viejos, suena más políticamente correcto decir personas de la tercera edad", "es políticamente incorrecto llamarla gorda, mejor mujer de talla grande"... Seguimos sintiendo lo mismo hacia el objeto de nuestro eufemismo, seguimos apartándonos cuando nos cruzamos por la calle con alguien que no nos da confianza, seguimos quedándonos mirando cuando alguien nos desagrada a la vista por el motivo que sea, seguimos juzgando sin conocer basándonos en lo que vemos, y eso no nos parece que esté mal... pero sí lo está decirlo, es políticamente incorrecto. ¿Cambia en algo nuestra actitud si cambiamos el nombre? una vez más, NO.


   Si el ser humano emplease el mismo esfuerzo en cambiar su actitud hacia las cosas y situaciones que le incomodan que en buscarles nombres rimbombantes, el mundo sería un lugar mucho mejor.

   Un ejemplo muy claro lo encontramos en Harry Potter donde nadie pronuncia el nombre de Voldemort porque les da mucho miedo, incluso cuando creen que está muerto, todos le llaman Aquel-que-no-debe-ser-nombrado, ¡ya ves tú! Hasta que llega la repipi de Hermione y dice la frase clave: "no nombrar el objeto de nuestro miedo hace que ese miedo se incremente", y qué razón tenía la muy repelente. 


   ¿Quién empezó con esta locura de los eufemismos?, ¿quién decidió un buen día que era ofensivo llamar gitanos a los gitanos, negros a los negros, gordos a los gordos o viejos a los viejos como se ha hecho toda la vida? por poner un ejemplo, ¿y por qué lo decidió?, mejor todavía: ¿por qué los demás entramos al trapo?. Nadie se sentía ofendido, las etiquetas han estado ahí siempre, a todos nos han puesto alguna, y lo que de verdad nos sentaba mal no era la palabra sino la mala leche con que nos la escupían a la cara.

   Deberíamos dejar de temer llamar a las cosas por su nombre, por mucho miedo que nos den o por mucho que nos desagraden, de este modo las normalizaríamos y perderían gran parte de su carga negativa. Estos eufemismos vienen de gente acomplejada que nos está contagiando a los demás. ¡Basta de complejos! y sobre todo... ¡por favor!..... ¡¡BASTA DE EUFEMISMOS!!

   Con cariño: Mercedes

domingo, 18 de enero de 2015

No sé...

   Tengo una característica muy mía. No sé si se trata de un defecto, de una virtud o de ninguna de las dos, pero el caso es que se trata de algo que no puedo evitar, me sale solo y tan natural como respirar: saco conclusiones. Pero es que saco muchas conclusiones, de todo en general, de lo cotidiano, de lo extraordinario, de lo humano y lo divino; lo de que no sé si es un defecto es porque, treinta y dos años ejercitándome en la extracción de conclusiones de cada mínima e insignificante situación que me rodea (no es necesario que me atañan... ¡para nada! también opino del resto del mundo, ¡faltaba más!), ha hecho que adquiera destreza en la materia y ya las saco con extraordinaria rapidez y, cada vez en más ocasiones, suelo dar en el clavo.

   Pues bien, apenas llevo semana y media como profesora de secundaria, siete días para ser exactos, y ya he sacado varias conclusiones sobre la educación, el sistema educativo y los adolescentes. Durante años he escuchado a mis amigas, familiares y conocidos varios que se dedican a la enseñanza, hablar del tema, y he sacado conclusiones basándome en lo que escuchaba, pero ahora lo estoy viviendo y, con la rapidez y eficiencia que me caracteriza, he completado el mapa general de la situación. 

   Os las voy a contar:

   Doy clases a adolescentes entre 3º de ESO y 2º de Bachillerato, es decir, entre 14 y 18 años más o menos (sin contar que hay bastantes repetidores), es un instituto concertado y privado, de un pueblo cercano a Toledo y no con mala fama, de hecho los alumnos son bastante buenos en general: no hay chicos especialmente conflictivos, al menos en mis clases, y las clases peores no pasan de ser más habladoras de lo que me gustaría... pero un par de comentarios bordes con cara de ya-está-bien-guardad-silencio-si-sabéis-lo-que-os-conviene y es suficiente para que se den cuenta de que se han pasado, se callen y esperen unos cuantos minutos más para volver a tensar la cuerda y ver hasta dónde pueden llegar esta vez.

   Pese a la diferencia de edad, en todas las clases la actitud es la misma, los comentarios y respuestas son los mismos cuando se les pregunta cualquier cosa: no sé. Resume con tus palabras el párrafo que acabas de leer. No sé... Antes de explicarlo ¿qué te parece que puede significar sexenio democrático? No sé... Según el gráfico, ¿qué porcentaje de cultivo de vid hay en nuestra comunidad autónoma? No sé... ¿Qué es una comunidad autónoma? NO SÉ................. Lo preocupante del caso no es que no lo sepan, es que responden de inmediato sin pararse un momento a pensarlo... ¡claro que no sabes lo que es el sexenio democrático! ¡todavía no lo hemos visto! pero según las palabras, no es difícil deducir que se trata de un periodo de seis años en que hubo democracia en España (hablamos de Historia de España), o si miras el gráfico cinco segundos seguidos, verás que el palito rojo que se corresponde al viñedo en Castilla la Mancha, termina justo al lado de un número redondo... ¡¡pues ese es el porcentaje!! Al tan frecuente no sé le suele acompañar una mirada bovina de inocencia, es entonces cuando les digo: ya sé que no lo sabes pero quiero que lo deduzcas, así que ¡¡PIENSA!! En algunas ocasiones el alumno en cuestión se rinde sin pelear y repite nosénosénosénosé como una letanía mientras otros, con menos miedo al ridículo, van levantando la mano para responder; en la mayoría de los casos, la víctima de mis preguntas frunce el ceño, vuelve a mirar el texto esperando ver ahí la respuesta, yo pido a los demás que bajen las manos y le dejen pensar y.... ¡voila!.... el chaval aventura una respuesta surgida del fondo de su razón, casi sin estrenar, y en un porcentaje elevadísimo de las veces, ¡¡¡¡acierta!!!!. Lo peor de todo es que ellos se sorprenden de haber acertado más de lo que me sorprendo yo... porque yo no me sorprendo en absoluto, sé perfectamente que van a llegar a esa conclusión sólo con que se molesten en pensar.

   Pero es que ahí está la clave; les enseñamos a servirse de todos los avances tecnológicos que van surgiendo (libro digital, pizarra digital...), les enseñamos páginas web para que busquen documentales, les enseñamos a teclear deprisa, saben usar una tablet, ipad, iphone, etc, casi desde antes de que se descubran los dedos de los pies, pero estamos olvidando enseñarles a usar el instrumento más valioso que tienen a su alcance: su propia inteligencia. Cuando explico en las clases, no veo que nadie tome apuntes jamás, ni siquiera cuando digo "esto es importante y no viene en vuestro libro, deberíais apuntarlo", nada, como si no fuera con ellos; si les pido que hagan unos ejercicios, casi me preguntan hasta dónde poner las comas; si tampoco hacen ellos sus propios resúmenes, ¡el profesor al que sustituyo se los da ya hechos!. Ayer me preguntaron en una clase de 3º ESO que si yo les iba a hacer el examen cuando acabáramos el tema, les respondí que no, que ya se lo haría su profesor cuando volviera y ellos se echaron las manos a la cabeza porque para entonces ya se les habría olvidado... les pregunté asombrada si, de verdad, se tenían por tan torpes como para no poder estudiar más adelante, o tan zopencos como para no haber retenido nada y necesitar empezar de cero, concluí diciéndoles que lo que son, en realidad, es vagos, pero que ni siquiera es culpa suya, somos todos, empezando por los padres y continuando con los profesores, los que les hemos dado todo tan mascadito y les hemos facilitado tanto la vida que les hemos convertido en unos vagos que, sencillamente, no se sienten capaces de hacer nada porque, si siempre se lo han dado todo hecho, será porque yo no voy a poder.

   Comentando con otros profesores, coincidían conmigo en que cada vez se exige menos a los estudiantes, pero esto no necesariamente hace que el nivel suba sino todo lo contrario: hay un número extraordinariamente alto de alumnos de diversificación en cada clase. La diversificación (o diver, que lo llaman ellos) es que a los alumnos que no dan de sí para seguir el ritmo normal de la clase, se les lleva a otra clase en determinadas asignaturas y se baja el nivel de la misma para adaptarlo a sus capacidades; hasta aquí bien. Pero me resultaba increíble que en cada clase hubiera un número tan elevado de alumnos con dificultades cognitivas, entonces me confesaron que, como en este sistema sólo se puede repetir una vez, luego se dedican a pasarles de curso aunque lleven todas suspensas, con lo cual cada año es más impensable que puedan seguir la clase con normalidad; esos alumnos que acaban por pasar de estudiar, sencillamente, se les manda a diver para ver si se puede hacer algo con ellos a base de bajarles el nivel hasta que cumplan la edad en que la enseñanza deje de ser obligatoria... y ni así.


   En resumen: estas generaciones no son más tontas que las anteriores, son exactamente igual de inteligentes, capaces y curiosos, porque muchos de ellos hacen preguntas realmente inteligentes y demuestran tener curiosidad y ganas de aprender, la diferencia se encuentra en que los adultos parece que tenemos poca fe en sus capacidades. Nos creemos que por dárselo todo hecho les hacemos un favor, les facilitamos la vida, pero en realidad les estamos impidiendo que se desarrollen y maduren, no les permitimos practicar la responsabilidad, razonar, trabajar. Cuando la mariposa empieza a romper el capullo para salir, tiene que luchar, pelear, retorcerse y sufrir durante horas hasta verse liberada del todo, pero gracias a esto sus alas adquieren fuerza y se enfrenta a la vida volando independiente, si alguien tratase de evitarle ese agotador trabajo por compasión y rompiese el capullo, la mariposa no adquiriría la fuerza necesaria en sus alas y no podría volar.

   Bueno, pues esta es una de las conclusiones que, en mi, de momento, breve experiencia docente he sacado. Lo bueno que tengo es que mis conclusiones no son inamovibles, de manera que ¿quién sabe? con una experiencia más amplia, podría cambiar de opinión, ya os iré contando. 

   Como este post ya me ha quedado pelín largo, más adelante os contaré alguna conclusión más... que las hay.

   Con cariño: Mercedes

sábado, 3 de enero de 2015

Flz Nvdad :D

   Estamos en mi época favorita del año. Vivo estas fechas con la ilusión y alegría de una niña que ve transformarse todo a su alrededor en una fantasía de luces, colores y espumillón; me siento henchida de un espíritu bondadoso, alegre y feliz, y mi felicidad aumenta sólo cuando percibo aun más felicidad a mi alrededor.......................... un momento................. ¿se nota el sarcasmo u os lo estáis creyendo de verdad?


   Bueno, alguna concesión hago en estas fechas, ¡tampoco soy el grinch!: adorno mi casa, pongo el belén y, de manera casi inconsciente, cuando me estoy duchando cambio la copla por villancicos de toda la vida... sí, copla, ¿qué pasa? cada uno canta en la ducha lo que quiere.

   La cuestión es que todos los años me hago el firme propósito de tomármelo con calma y disfrutar de las fiestas, y empiezo por alegrarme con algo parecido a la ilusión cuando veo que están colgando las luces en la calle, pero a medida que la cosa avanza me voy deshinchando y mi nivel de tolerancia hacia tanto topicazo y sobrecarga de felicidad y amor se va haciendo cada vez más limitado: el tal Papá Noel, Santa Claus o como os apetezca llamarle, me cae tan bien como una patada en las narices, y no se puede dar un paso sin ver seis o siete... y de los estúpidos duendecillos que trabajan para él en régimen de semiesclavitud, ni hablamos. La condenada Noche Vieja, única noche del año en que no hay que salir ni aunque me paguen por ello, después de las uvas ¡al sobre!, pasando de contar las experiencias que me han llevado a tan drástica decisión. El dineral que nos dejamos en regalos: que si los sobrinos, que si los tíos, que si los padres, que si el amigo invisible... que cuando las cosas están bien, pues vale, pero ¿y cuando vienen del revés y cuentas hasta los céntimos?... que se pone muchísimo en valor lo del regalo manufacturado, creo que este año se van a volver a llevar un montón los collares de macarrones, y si no, los pongo yo de moda. Los centros comerciales abarrotados que aquello parece la franja de Gaza más que la cola de Juguettos. Las películas navideñas chorras... ¿cómo lo digo suavemente?... me dan ganas de arrancarme los ojos y echarlos al cuenco de las uvas, que para mí las pelis navideñas que no hay que perderse son los clásicos de siempre, como ¡Qué bello es vivir!, Gremlins, Solo en CasaMujercitas, Lo que el viento se llevó y Los diez mandamientos... bueno, las últimas no es que tengan una temática muy navideña pero como todos los años las echan, ya no puedo prescindir de ellas; sin embargo te encuentras siempre con la misma película, a saber: chica (preferiblemente rubia y muy mona) conoce chico, chico enamora a chica, chico y chica se besan bajo el muérdago, malentendido hace que chico y chica se separen, chico y chica se reconcilian en Navidad y se quieren mucho... ponedle el título que queráis, todas son iguales... pero nos las tragamos enteritas por ser la fecha que es.


   Pero, por si esto no fuera ya bastante, hay algo que me da cien patadas en estas fechas: las condenadas felicitaciones de Navidad y Año Nuevo. Cuando había que molestarse en comprar un christma, pensar un mensaje, escribirlo a boli con letra clarita, meterlo en un sobre con la dirección correcta, pegarle un sello y echarlo al buzón, uno se aseguraba de mandarlos a quienes tenía que mandarlos, o sea, a gente muy próxima; pero ahora con el estúpido whatsapp... ¡¡que me han mandado felicitaciones gente que no conozco ni tengo en la agenda!! será que no tenemos tanta amistad como para molestarme en apuntar sus nombres en mi móvil, imagínate para molestarme en felicitarles el año. Sé que ahora mismo el 90% de quienes estáis leyendo esto os estáis dando por aludidos e incluso os estáis ofendiendo (si todavía no... seguid leyendo), pero si me conocéis aunque sea un poco, sabéis que el whatsapp me gusta más bien poco, lo mantengo por cuestiones prácticas, nada más, también sabéis que no me gusta recibir fotos, ni de chistes, ni de vosotros en vuestro finde, ni de vuestros hijos de cuyas caras no me voy a olvidar aunque dejéis de brearme con fotitos de ellos en las actitudes más cotidianas y menos interesantes imaginables; si esto es así todo el año ¿qué os hace pensar que me hará más ilusión que me mandéis la misma foto de todas las semanas pero con un marco de estrellas y bolas de Navidad? la voy a borrar a la misma velocidad que las demás. De los vídeos... no sé si hablar........ bueno, de perdidos al río: ¡¡¡que me repatean!!! si ya borro sin verlos la mayoría de los que recibo durante el año, ¿qué pensáis que puedo hacer con una presentación de paisajes nevados, frases cursis y música de violín? lo que es un milagro es que todavía no os haya mandado un sicario para devolveros la gentileza... y eso que no me meto en cuando los vídeos me los manda alguna amiga de mi madre para que se lo enseñe a ella (sí, sabes que me refiero a tí... aunque me alegro de que hayas aprendido que eso no se hace). El caso es que este año, menos en persona, me han felicitado de todas las maneras posibles.


   El problema es que con el maldito whatsapp no hay filtro, todo el que tenga tu teléfono te puede felicitar, aunque el resto del año no se preocupe de si vives o mueres o que a tí te importe un pimiento si él/ella vive o muere. Y hay gente muy cumplidita, demasiado diría yo, que no deja pasar uno de esos días señalados sin un mensajito o vídeo... pero ojo, no son originales, ¡¡son copia-pega!! y eso ya me termina de sacar de mis casillas. No voy a negar que, en alguna ocasión, yo también he reenviado algún mensaje... sí, yo también tengo un pasado, pero en serio, prefiero un rancio Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo, que alguien se ha molestado en escribir con sus deditos, a las parrafadas filosóficas que nadie termina de leerse porque son todas iguales y porque ya tenemos demasiado azúcar en el cuerpo con el exceso de turrón. Esas fotos y textos interminables que, está claro, has mandado a toda la agenda sin excepción... que los fotomontajes y los vídeos de vuestros niños felicitando la Navidad y el año son un tostón... ¡pero al menos conozco a los niños y los quiero! lo que no puedo resistir son los reenvíos indiscriminados de tontás....... ¡¡pena de cárcel ya!!


   Y algo que me termina de rematar: ¿por qué los mandáis a la hora de la cena-comida? no pregunto si es que vosotros no tenéis que prepararla porque ya imagino la respuesta pero ¿por qué estáis mandando un pitufo que canta La Marimorena en vez de charlar con vuestra familia y cenar tranquilamente? de verdad que cada vez os entiendo menos, muggles.

   Terminado aquí mi desahogo navideño, espero que nadie se haya ofendido más de lo necesario, no es jamás mi intención ofender, pero cada uno es como es y no creo que a nadie os pille de sorpresa que yo sea una gruñona. Sabéis que soy poco de mensajes y que prefiero hablar un ratito, aunque sea por teléfono, a veinte vídeos por whatsapp... pero os agradezco que penséis en mí.

   Pues eso, que Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo y que os traigan muchas cosas los Reyes Magos... Santa Claus, go home!!

   Con cariño: Mercedes