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sábado, 25 de octubre de 2014

Cumpleaños

   Esta semana ha sido mi cumpleaños, concretamente el martes día 21 de Octubre, y he cumplido la redonda y desconcertante edad de 32 añitos. Porque yo digo la edad que tengo, por mucho que me repatee, paso de andar quitándome años, no sea que me pase como a aquella familiar de mi abuela que, un buen día, decidió empezar a quitarse años, cada año alguno más, y llegó a tal extremo que, un buen día, cuando alguien le preguntó su edad y ella respondió quitándose doce, esta persona le dijo "pues está usted fatal para los años que tiene". Es por ésto que prefiero apretar los dientes y reconocer mi verdadera edad para poder luego escuchar con alivio y regocijo que aparento solo veintitantos... mentira cochina, pero me encanta que me lo digan.

   La cosa es que, más allá de mis temas personales con esta ley natural estúpida de que cada año tengamos que sumar uno más, la gente no entiende mi sutil animadversión, ligero desagrado y absoluto asco en general por el día de mi cumpleaños; no por el hecho de cumplir, de verdad que no (como dice mi tía: mejor cumplir años porque la alternativa es peor), sino por el día en sí. No creáis que la cosa viene de cerca, desde muy pequeñita el día de mi cumpleaños me ha dado mucha pena... sí, como lo leéis, la palabra es mucha pena, no sé muy bien por qué, pero mis primeros coqueteos con la melancolía los tuve desde muy pequeña ese día en que todos te felicitan por algo que no tiene gran mérito: realmente tú no eliges nacer ni el día en que ocurre, la que hace el mayor esfuerzo y sufre durante horas es tu madre y, cuando la cosa se complica (como ocurrió en mi caso), es el médico el que tiene la gran responsabilidad de que eso acabe con éxito... tu único mérito para que te feliciten y te den regalos es mantenerte con vida hasta la fecha.



   Tal vez debería someterme a un psicoanálisis exhaustivo para conocer el origen de mis sentimientos negativos respecto al día de mi cumpleaños, pero no tengo dinero ni tampoco lo creo necesario, ¡sólo es un día al año! lo puedo soportar. Yo creo que todo debió empezar cuando era muy pequeña, la convención social dictaba que había que llevar chuches al colegio (porque entonces no había tanto celiaco ni alérgico a los frutos secos ni intolerancias a la lactosa) y celebrar una fiesta de cumpleaños con los amiguitos en la cual yo sería el centro de atención y la más agasajada.... ¡¡JA!!... lo primero es que una nunca invitaba a quien quería porque la mamá decide qué niñas deben ser tus amigas y las que no, además de corresponder a las invitaciones recibidas anteriormente por muy poco que me apetezca que venga esta niña que todos los días me tira del pelo en el recreo; en la fiesta de cumpleaños era inevitable que regañara con algún invitado de manera que solía acabar llorando o castigada... o las dos; luego parece que mi madre tardó unos cuantos años en llegar a la conclusión de que un piso era mal sitio para una fiesta infantil pero en mis tiempos no existía el Planeta Zeta ni las piscinas de bolas y, hasta que no trajeron un McDonalds a Toledo, tuvimos que apañarnos con un piso, pero claro, mi madre me responsabilizaba a mí de las trastadas de los demás niños así que cuando veía una patata frita espachurrada contra el parquet, me  regañaba y castigaba, cuando algún niño se metía en su armario para jugar al escondite y tiraba toda la ropa de sus perchas, me regañaba y castigaba, cuando algún niño pasaba corriendo junto a una valiosísima pieza de artesanía peruana y la tiraba al suelo rompiéndola en mil pedazos, me regañaba y castigaba a mí... ¡si es que no tenía aguante ninguno!... y al final siempre acababa llorando y castigada.


   Luego están los pequeños detalles como que te pasas el día contestando al teléfono y dando gracias, mientras enumeras tus regalos, por acordarse de ti a parientes que no sabías que tenías... nunca me ha gustado la conversación intrascendente. La pregunta eterna de ¿qué demonios de cara pongo mientras me cantan el "cumpleaños feliz"? nadie sabe mantener el tipo en esas situaciones, y cuando crees que ya se ha acabado y soplas las velas, alguien se arranca con el "feliz en tu día", "la chica excelente" y "los amiguitos de Parchís"... luego está lo de las velas, porque el alma llora un poquito cuando, por primera vez, tu madre no compra velas para tu flan de cumpleaños (no soy yo muy de tartas) porque como ya eres mayor... ese año encendí un mechero y me canté yo sola, triste ¿no?. Y es que es chungo el tema de los cumpleaños cuando te empiezas a hacer mayor porque alguien decide que ya no tienen por qué hacerte ilusión y que te aguantes con un regalo sin envolver, con un "te doy dinero y ya tú te compras lo que quieras" (que ahora mismo es la alternativa que mejor me va), y con un miserable whatsapp con el dibujo de una tarta con velas en vez de una llamada.... porque he alucinado con la sustitución del whatsapp por la llamada, es cierto que yo este año, por tratarse de un martes, he estado missing casi todo el día y a algunos de mis amigos se lo advertí, pero podría contar las llamadas que he recibido con los dedos de las manos, es cuanto menos sorprendente y desconcertante... aunque, sinceramente, no me importa demasiado.

   En resumen, yo creo que la razón principal por la que a la gente como yo no nos gusta nuestro cumpleaños, es el exceso de expectativas: esperas que sea un día increíble... y no lo es, esperas pasarlo en grande en tu fiesta... y acabas llorando o castigada o las dos, esperas recibir un montón de regalos geniales... y la mayoría no te gustan, esperas que te sorprendan con algún gesto que te haga ilusión... y para nada; y lo más triste: las llamadas de esos parientes que en tiempos te agobiaban, van dejando de producirse y ahora las recuerdas y echas de menos con mucha pena, todos los años recuerdo que la primera llamada del día era la de mi yaya cantándome "cumpleaños feliz" al teléfono y ¡cuánto echo de menos esa llamada!.

   Así que, queridos amigos y lectores: gracias por vuestras felicitaciones, a los que no me felicitasteis, gracias también, no lo tengo en cuenta. Fue un cumpleaños más, solo que menos decepcionante porque desde hace años reduje mis expectativas y así se hace mucho más soportable, lo más especial que hago es comer lasagna... ¡ah! y que sepáis que este año, además, me puse malísima con el estómago y pasé la mitad del día retorcida de dolor, ¿somatización? ¿karma? ¿justicia poética?...

   Y con el poco interés que tengo por mi propio cumpleaños, que nadie se ofenda si me olvido del suyo... no es mala intención, en realidad es por vuestro bien.

   Con cariño: Mercedes

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