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martes, 9 de septiembre de 2014

Las vívoras

   Queridos amigos: antes de nada, disculpas por mi silencio de estos días, he tenido invitada en casa y me ha sido imposible concentrarme para escribir nada, aunque sabe Dios que lo he intentado.

   El caso es que, el hecho de no haber escrito no quiere decir que no haya pensado, lo he hecho y muchísimo (insertar aquí chiste fácil del tipo: "Ah, ¿pero tú piensas?", jijí, jajá... francamente, me decepcionas). He pensado en la naturaleza humana (ahí es nada), en lo parecidos que somos a los animalitos esos que salen en los documentales de la 2, pero no de manera literal... a ver si soy capaz de explicarme: en el fondo el ser humano, como animal que es, racional pero animal al fin y al cabo, tiene comportamientos que se pueden encontrar en otras especies de animales de los que llamamos irracionales (aunque no sé yo si estos adjetivos están bien adjudicados), por ejemplo, en estos días de observación y estudio antropológico-social, he identificado a especies tan variopintas y cercanas a nosotros como las zorras, los lobos con piel de cordero, las babosas, las moscas coj... (me propuse firmemente no poner tacos en este blog tan elegante), los pavos reales y unos cuantos más. Para ver a toda esta fauna tan variada no es necesario viajar a un exótico país tropical, ni siquiera al zoo, basta con mirar en nuestro entorno con los ojos bien abiertos. Pues bien, hoy me gustaría empezar mi estudio zoológico con una especie con la que he tenido amplio trato en muchas variantes pero que siempre acaba por comportarse igual: la vívora.

   La vívora es silenciosa, taimada, por lo general su apariencia es discreta y suele pasar desapercibida, no es honrada y directa como otras amables especies de serpientes letales que nos advierten de su peligrosidad con vivos y alarmantes colores; la vívora es traicionera y te hace creer que es inofensiva. Adquiere forma de compañero o compañera de trabajo (o cualquier otra actividad) más bien simple, apocado, de los que con su expresión de permanente apuro te hacen creer que en cualquier momento la situación les va a superar y se van a echar a llorar, te apetece abrazarlos y decirles que no se preocupen, que ya estás tú ahí para ayudar... es entonces cuando te pegan el bocado. 

   Pero la vívora no muerde nunca de frente, ni siquiera de una sola vez. La vívora va introduciendo su veneno despacito y siempre por la espalda; uno de las características más curiosas de la vívora es que puede llegar a envenenar a su víctima sin morderla a ella directamente, sino mordiendo a otros inocentes animalitos que pasaban por allí y que no pintaban absolutamente nada en el tema. Es un depredador minucioso, paciente y, cuando se ve descubierto en su proceso de envenenamiento, ataca ferozmente y a grito pelado, aunque al final siempre consigue que sea la inocente gacela la que, completamente fuera de sus casillas, se aguante las ganas de darle una coz en toda la jeta a la vívora a base de gritarle lo imbécil que es; el problema es que, llegados a este punto, la gacela no se da cuenta de que está gritando delante de un montón de gente, que la vívora ha bajado el tono de voz y que, con su cara de víctima habitual, está diciendo al asombrado público: "sois testigos, me está gritando". 

   Por si ha dado la funesta casualidad de que los animales de la jungla que presenciaron la encarnizada lucha son una facción discreta y sin ganas de movidas, la vívora se encargará el siguiente día laboral de encontrar al león, que es el que manda, y con su habitual gesto compungido y angustiado, relatarle una versión corregida y aumentada de la discusión en la que la diabólica gacela a punto estuvo de acabar con su vida violentamente y la ha dejado al borde de la depresión.

   Llegados a este punto, la vívora ha cumplido y puede retirarse a esperar que su veneno surta efecto, ha sido repartido por varios frentes y en alguno tiene que calar.

   Querida vívora, como los consejos son gratis aquí tienes uno, haz con él lo que quieras: a los liantes se les acaba por ver el plumero y, cuando no tengas a quién inyectar tu veneno porque todos se alejan de tí apenas te ven aparecer, acabarás por tragártelo tú solita y no te va a gustar a qué sabe. Mientras tanto, tú misma.

   Con cariño. Mercedes

   P. D.: No me ha pasado a mí... pero lo he presenciado. Hasta aquí puedo leer. ¡¡Y cuidadito con las vívoras!!

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