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martes, 11 de agosto de 2015

Soy una borde... ¿problema?

   Vayamos al grano: mi familia, mis amigos, conocidos con los que me junto con cierta frecuencia, en resumen, gente que me quiere o me tiene cierto aprecio, no tiene ningún tipo de reparo en recordarme lo borde que soy periódicamente... se pensarán que si no lo hacen, igual se me olvida.


   La cuestión es que, si la gente que tiene buenos sentimientos hacia mí que varían desde la simpatía hasta el amor más profundo (y todos los grados intermedios) ve tan claro en mí un rasgo de carácter que, a todas luces y por todo el mundo civilizado, es considerado un gran defecto, ¿cómo es que sigo teniendo amigos? y no son pocos, que no lo digo por presumir sino porque es un hecho. 

   Es normal que la familia aguante carros y carretas. Por mucho que, cuando mi madre me cuenta algo sobre algún vecino lejano o pariente tercero por parte de bisabuela al que me cuesta poner cara, espere educadamente a que termine su apasionante relato y, una vez concluido, le diga con cara de hastío "esa información acaba de cambiar totalmente mi vida", ella no va a dejar de quererme ni de hablarme... algún zapatillazo o colleja me he llevado, sí, pero nacidos del amor y porque la madre de una hija borde necesita desahogarse de alguna manera antes de llegar a los pensamientos homicidas.

   Los conocidos o amistades de esas a las que llamamos amigos con demasiada alegría pero que ni se les ocurra pedirme un favor que no estamos en ese punto de la relación: con esos la explicación es más sencilla, simplemente la relación no es lo suficientemente estrecha como para ser ellos el objeto de los dardos envenenados que producimos en mayores cantidades que saliva cuando comemos pepinillos (¿a que ya estáis salivando sólo con pensarlo?), el objeto de nuestra bordería suele ser un camarero lento, el cansino de la mesa de atrás que habla a grito pelao, la que acaba de entrar y lleva unas pintas que parece que la ha vestido Paco Clavel borracho... y esas cosas animan y gustan mucho, sobre todo en un contexto de cañitas y unas risas.


   Pero aquí llegamos a la parte que no todo el mundo entiende: los amigos de verdad, gente que, como dice el refrán, te encontró en la calle, que no tiene ningún tipo de obligación de quedar contigo, de verte ni de hablarte siquiera y, no obstante, te llaman, te escriben y quedan contigo con toda la frecuencia de que son capaces.... ¿cómo puede llegarse a este punto si el borde es un ser tan desagradable y peligroso? La respuesta es tan evidente como retorcida: a todo el mundo le encanta tener una borde en su vida, y os voy a explicar por qué.

   La amiga borde dice exactamente lo que piensa sin tapujos, que no es lo mismo que sin filtro, de hecho la ironía o su variante más radical, el sarcasmo, no dejan de ser borderías bien elaboradas y dichas con cierta gracia. El caso es que el amigo de una borde nunca se pregunta si le estás diciendo la verdad, sabe que si no le sueltas una burrada cortante en el minuto uno, es que te parece bien lo que sea que te está diciendo, y eso quita mucho estrés. Eso sí, si preguntas la sincera opinión de una borde con la esperanza de que, por educación, te diga lo que quieres oír, lo llevas claro, porque la borde asiente educadamente y apaña todo con un "bien" si la otra persona no le importa un pimiento, de modo que si es tu amiga y te quiere, lo más probable es que no se corte un pelo a la hora de decirte lo mucho que ese vestido te marca las lorzas, lo lerdo que parece tu nuevo ligue o la mierda de trabajo que acabas de conseguir aunque a ti te haga ilusión... y es algo que debería emocionaros pues vuestra amiga borde lo hace sólo guiada por el más sincero y desinteresado amor, aunque vuestra primera reacción sea la de aguantaros las ganas de partirnos la cara. Porque el cerebro de cualquier persona normal siempre piensa antes de hablar "¿seguro que es correcto y no vas a ofender a nadie?" pero el de la borde dice "tú dilo y ya veremos qué pasa".

   La borde sigue teniendo amigos porque es bien consciente de dónde está el límite (casi siempre), y sabe cuándo hay que callarse... no conduce a nada decir a tu amiga que su hijito del alma parece un demonio de Tasmania, por lo movido y por lo peludo, o que varios estén monopolizando la conversación de forma exasperante, de modo que el sentido común habla y la borde calla, eso sí, la expresión de la cara va a su bola y cualquiera que mire no tendrá la menor duda de que la borde está pensando en maneras originales y dolorosas de asesinaros a todos.


   A la borde no se la puede obligar a hacer algo que no quiere, al menos no con demasiada frecuencia, que una puede aguantar una vez al año por eso de no quedarse sola en el mundo, pero la segunda vez que mis amigas me proponen que la quedada de chicas se haga junto a un parque de bolas a las seis de la tarde de un jueves de Julio... como que no, y no pienso ni excusa ni nada, simplemente digo que yo antes de las nueve no salgo de casa y que lo más parecido a unas bolas de colores que quiero cerca son las de un billar (que a mis amigos solteros sin hijos que proponen una mierda de plan, tampoco les ando con pañitos calientes). Tampoco me corto a la hora de decirles a los niños que se piren a jugar a otra parte, nos dejen hablar tranquilas y no molesten (NOTA: viene genial que las amigas de una borde sean muuuy educadas y tengan cierto nivel de aguante). Si estoy hasta el último pelo de soltar dinero cada dos semanas para los cumpleaños de las amigas, los maridos/novios de las amigas y los hijos (una media de tres por pareja) de las amigas, digo: "esto es un negocio ruinoso, paso de seguir regalando y no me regaléis nada a mí" y me quedo más a gusto que un arbusto aunque los demás miren como si acabase de decir que voy a dejar de usar el pie izquierdo de por vida. Tampoco es infrecuente que, cuando la cosa se pone aburrida en cualquier reunión social, la borde se levante sin previo aviso y diga "estoy cansada, me voy", y salga a la velocidad del rayo... yo estoy perfeccionando la técnica de lanzar una bomba de humo y desaparecer para añadir dramatismo a la salida, ¿a que molaría?



   Eso sí, la borde tiene suficiente carácter como para ir de frente en toda ocasión y con cualquiera, se puede tener la completa seguridad de que va de frente, no tramará planes malvados a tus espaldas ni te guardará un rencor infinito durante muchos meses para devolvértela cuando menos te lo esperas, si tiene algo que decirte te lo dirá tal cual, si no te lo dice será que pasa de seguir teniendo nada que ver contigo, pero nada de pasarse la vida dándole vueltas a lo mismo... el pasado es eso, pasado, quien le ha fallado o le ha hecho daño, que le vaya genial en la vida pero bien lejos y con quien le ha fallado pero le quieres demasiado para pasar de él, lo habla bien clarito y hace lo imposible para solucionarlo. Porque la amiga borde, ante todo, tiene muy claro lo que quiere en la vida y a quién quiere en su vida.

   En conclusión, quien tiene una amiga borde, raramente se aburre, no duda jamás de si la amiga le está diciendo la verdad porque sabe que sí, especialmente en temas espinosos que es cuando más cuesta encontrar a quien nos diga una verdad desagradable pero necesaria, basta con mirarle a la cara para saber si lo está pasando bien o desearía entrar en cualquier armario y aparecer en Narnia ya mismo, sabe que cuando queda con ella es porque la amiga borde no quiere estar en ningún otro sitio ni con nadie más, y sobre todo, sabe que, aunque no se va a librar de ser objeto de bastantes comentarios hirientes... ¡¡van a tener muchísima gracia!! y eso, amiguitos, no tiene precio.

   Con cariño: Mercedes

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