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viernes, 31 de octubre de 2014

La fiesta de los Santos y los cementerios

   Soy una asidua visitante del cementerio, por varias razones: la primera es que suelo ir a misa a la capilla de allí, me gusta mucho el sacerdote que la dice y los habituales ya somos como una pequeña familia; la segunda es que, después de la misa, me acerco a ver a los que tengo allí enterrados, que son unos cuantos y muy importantes para mí, me gusta hacerles una visita periódicamente; la tercera es que, aunque habrá quien definitivamente me tache de loca después de esta afirmación, me gusta mucho pasear entre las sepulturas, no por nada raro ni siniestro, sino porque me da mucha paz, se respira tranquilidad, sólo se escucha a los pájaros y los propios pasos, me encanta ver a las decenas de gatos que allí viven enroscados a los pies de los cipreses, también me gusta ese aire melancólico y romántico que desprenden los cementerios en general y el de Toledo en particular.

   Toda esta paz dura 358 días al año, porque la semana de la festividad de Todos los Santos y Todos los Fieles Difuntos, la paz y tranquilidad que se suele respirar en el cementerio, se ve sustituida por riadas humanas que van a cumplir con la muy española tradición de fregar las sepulturas y llenarlas de flores nuevas. Como yo soy muy tradicional, cumplo puntualmente con esta tradición y me desplazo al cementerio con mi madre, pertrechadas con cubos, trapos, escoba y cepillo de raíces para rascar el granito a conciencia... y como mi madre es muy cuidadosa, también lleva guantes para no estropearnos las uñas y (atención a esto) sendos delantales de flores para no mancharnos en exceso, la pinta que tenemos es bastante chocante, uno no espera ver en el cementerio a una mujer con guantes de goma y delantal de flores. Este año, además, me he comido yo todo el trabajo de frotar con el cepillo de raíces las sepulturas familiares, vamos que he dejado el granito más pulido que cuando las acababan de poner, eso sí, se me quedaron los brazos destrozaditos.

   Luego está la otra parte: reponer las flores y llevar nuevas. Desde que se inventaron las flores de tela, las sepulturas de nuestros seres queridos pueden lucir adornadas todo el año sin problemas, pero desde hace unos años han surgido unos seres malignos que han pervertido esta tradición y la han convertido en algo grotesco y abyecto, me refiero a las tiendas de los chinos donde, yo también debo incluirme, acudimos a comprar las flores de tela porque son más baratas y, al fin y al cabo, tampoco están tan mal... pero es al ver los colores y diseños de las flores, tanto sueltas como en centros o cruces, cuando nos damos cuenta de que el mal existe y está entre nosotros. ¡¡¡Cosas más feas y chillonas!!! verdad es que para gustos se hicieron los colores, pero ¿de verdad a alguien le gustan las flores fosforescentes? porque yo creo que la leyenda de los fuegos fatuos empezó por los brillos y reflejos multicolor de estas flores de los chinos, que se ven en la oscuridad... deben estar hechas con chalecos reflectantes reciclados, hoy he mirado directamente unas flores amarillas y casi se me caen las retinas... incluso. después de salir, caminando por el exterior junto al muro, en un punto más bajo hemos visto con profunda consternación (insisto: desde la calle) una sepultura adornada con unas rosas de tela color naranja chillón, ¡¡llamaba tanto la atención como la sirena de una ambulancia!!. Si, cuando me muera, mi familia me pone ese tipo de flores, me aparezco por las noches a aterrorizarles.

   En cuanto a la afluencia de público, esta semana da gusto pasear por el cementerio, parece la calle Alfileritos la víspera del Corpus: está lleno de gente que limpia, lleva flores o, simplemente, pasea para visitar a sus familiares fallecidos en su horizontal ubicación; el aire huele de maravilla porque no hay sepultura sin flores, muchísimas de tela, algunas preciosas y otras chillonas y desagradables, y un montón de centros, ramos y coronas de flores naturales carísimas y muy bonitas... total es solo una vez al año. 

   Pero lo que esta semana es un lugar que transmite paz, belleza, limpieza (mármol y granito recién lavado en románticas esculturas) y romanticismo, dentro de quince días se convertirá en un decorado de peli de Tim Burton: las flores frescas se habrán secado, marchitado y vuelto negras porque nadie habrá ido a regar las que vienen en tiestos ni a retirar los ramos y centros, las arañas habrán vuelto a comenzar sus telas en las cruces y ángeles de piedra, volverá a estar tan solitario como el resto del año y yo volveré a ver a los gatos campando a sus anchas entre las sepulturas polvorientas y a escuchar sólo los pájaros y mis pasos... ¡¡ME ENCANTA!!

   Feliz día de Todos los Santos.

   Con cariño: Mercedes

sábado, 25 de octubre de 2014

Reto 1

   Queridos lectores:

   En mi primer o segundo post (no me acuerdo) hice una sutil mención a un posible reto que iba a asumir, no dí más datos, entre otras cosas, porque me empezó a dar pereza, pero Sara y Esther, las más rencorosas y malignas amigas que se pueda tener (¡hola chicass!) no dejan de recordarme que tengo que hacerlo, y como mañana he quedado con ellas y me lo van a volver a recordar, pues lo pongo.

   No es nada del otro jueves, pero la idea era poner un objetivo de visitas y, en caso de alcanzarlo en el plazo propuesto, hacer un reto. Para empezar, y un poco como experimento a ver cómo pita esto, va a ser un reto un poco suavito, aunque desde que debería haberlo puesto, ya se nos ha echado un poco el tiempo encima: se trata de que, si al finalizar el mes de Octubre, el blog ha alcanzado las 1000 visitas, hago un vídeo post y lo cuelgo aquí, tema por determinar pero fijo que muy ácido. Ya sé que queda poco pero... imposible no es.

   Como digo, esto es sólo un calentamiento, prometo más retos más adelante... puede que más atrevidos, ya veremos de qué humor me coge.

   Con cariño: Mercedes

Cumpleaños

   Esta semana ha sido mi cumpleaños, concretamente el martes día 21 de Octubre, y he cumplido la redonda y desconcertante edad de 32 añitos. Porque yo digo la edad que tengo, por mucho que me repatee, paso de andar quitándome años, no sea que me pase como a aquella familiar de mi abuela que, un buen día, decidió empezar a quitarse años, cada año alguno más, y llegó a tal extremo que, un buen día, cuando alguien le preguntó su edad y ella respondió quitándose doce, esta persona le dijo "pues está usted fatal para los años que tiene". Es por ésto que prefiero apretar los dientes y reconocer mi verdadera edad para poder luego escuchar con alivio y regocijo que aparento solo veintitantos... mentira cochina, pero me encanta que me lo digan.

   La cosa es que, más allá de mis temas personales con esta ley natural estúpida de que cada año tengamos que sumar uno más, la gente no entiende mi sutil animadversión, ligero desagrado y absoluto asco en general por el día de mi cumpleaños; no por el hecho de cumplir, de verdad que no (como dice mi tía: mejor cumplir años porque la alternativa es peor), sino por el día en sí. No creáis que la cosa viene de cerca, desde muy pequeñita el día de mi cumpleaños me ha dado mucha pena... sí, como lo leéis, la palabra es mucha pena, no sé muy bien por qué, pero mis primeros coqueteos con la melancolía los tuve desde muy pequeña ese día en que todos te felicitan por algo que no tiene gran mérito: realmente tú no eliges nacer ni el día en que ocurre, la que hace el mayor esfuerzo y sufre durante horas es tu madre y, cuando la cosa se complica (como ocurrió en mi caso), es el médico el que tiene la gran responsabilidad de que eso acabe con éxito... tu único mérito para que te feliciten y te den regalos es mantenerte con vida hasta la fecha.



   Tal vez debería someterme a un psicoanálisis exhaustivo para conocer el origen de mis sentimientos negativos respecto al día de mi cumpleaños, pero no tengo dinero ni tampoco lo creo necesario, ¡sólo es un día al año! lo puedo soportar. Yo creo que todo debió empezar cuando era muy pequeña, la convención social dictaba que había que llevar chuches al colegio (porque entonces no había tanto celiaco ni alérgico a los frutos secos ni intolerancias a la lactosa) y celebrar una fiesta de cumpleaños con los amiguitos en la cual yo sería el centro de atención y la más agasajada.... ¡¡JA!!... lo primero es que una nunca invitaba a quien quería porque la mamá decide qué niñas deben ser tus amigas y las que no, además de corresponder a las invitaciones recibidas anteriormente por muy poco que me apetezca que venga esta niña que todos los días me tira del pelo en el recreo; en la fiesta de cumpleaños era inevitable que regañara con algún invitado de manera que solía acabar llorando o castigada... o las dos; luego parece que mi madre tardó unos cuantos años en llegar a la conclusión de que un piso era mal sitio para una fiesta infantil pero en mis tiempos no existía el Planeta Zeta ni las piscinas de bolas y, hasta que no trajeron un McDonalds a Toledo, tuvimos que apañarnos con un piso, pero claro, mi madre me responsabilizaba a mí de las trastadas de los demás niños así que cuando veía una patata frita espachurrada contra el parquet, me  regañaba y castigaba, cuando algún niño se metía en su armario para jugar al escondite y tiraba toda la ropa de sus perchas, me regañaba y castigaba, cuando algún niño pasaba corriendo junto a una valiosísima pieza de artesanía peruana y la tiraba al suelo rompiéndola en mil pedazos, me regañaba y castigaba a mí... ¡si es que no tenía aguante ninguno!... y al final siempre acababa llorando y castigada.


   Luego están los pequeños detalles como que te pasas el día contestando al teléfono y dando gracias, mientras enumeras tus regalos, por acordarse de ti a parientes que no sabías que tenías... nunca me ha gustado la conversación intrascendente. La pregunta eterna de ¿qué demonios de cara pongo mientras me cantan el "cumpleaños feliz"? nadie sabe mantener el tipo en esas situaciones, y cuando crees que ya se ha acabado y soplas las velas, alguien se arranca con el "feliz en tu día", "la chica excelente" y "los amiguitos de Parchís"... luego está lo de las velas, porque el alma llora un poquito cuando, por primera vez, tu madre no compra velas para tu flan de cumpleaños (no soy yo muy de tartas) porque como ya eres mayor... ese año encendí un mechero y me canté yo sola, triste ¿no?. Y es que es chungo el tema de los cumpleaños cuando te empiezas a hacer mayor porque alguien decide que ya no tienen por qué hacerte ilusión y que te aguantes con un regalo sin envolver, con un "te doy dinero y ya tú te compras lo que quieras" (que ahora mismo es la alternativa que mejor me va), y con un miserable whatsapp con el dibujo de una tarta con velas en vez de una llamada.... porque he alucinado con la sustitución del whatsapp por la llamada, es cierto que yo este año, por tratarse de un martes, he estado missing casi todo el día y a algunos de mis amigos se lo advertí, pero podría contar las llamadas que he recibido con los dedos de las manos, es cuanto menos sorprendente y desconcertante... aunque, sinceramente, no me importa demasiado.

   En resumen, yo creo que la razón principal por la que a la gente como yo no nos gusta nuestro cumpleaños, es el exceso de expectativas: esperas que sea un día increíble... y no lo es, esperas pasarlo en grande en tu fiesta... y acabas llorando o castigada o las dos, esperas recibir un montón de regalos geniales... y la mayoría no te gustan, esperas que te sorprendan con algún gesto que te haga ilusión... y para nada; y lo más triste: las llamadas de esos parientes que en tiempos te agobiaban, van dejando de producirse y ahora las recuerdas y echas de menos con mucha pena, todos los años recuerdo que la primera llamada del día era la de mi yaya cantándome "cumpleaños feliz" al teléfono y ¡cuánto echo de menos esa llamada!.

   Así que, queridos amigos y lectores: gracias por vuestras felicitaciones, a los que no me felicitasteis, gracias también, no lo tengo en cuenta. Fue un cumpleaños más, solo que menos decepcionante porque desde hace años reduje mis expectativas y así se hace mucho más soportable, lo más especial que hago es comer lasagna... ¡ah! y que sepáis que este año, además, me puse malísima con el estómago y pasé la mitad del día retorcida de dolor, ¿somatización? ¿karma? ¿justicia poética?...

   Y con el poco interés que tengo por mi propio cumpleaños, que nadie se ofenda si me olvido del suyo... no es mala intención, en realidad es por vuestro bien.

   Con cariño: Mercedes

jueves, 16 de octubre de 2014

Los cromos

   Ante el alarmante avance de los nuevos "juguetitos" electrónicos en nuestra sociedad, las necesidades que de ellos nos hemos creado y lo alienados que estamos por ellos, me escandalizo y espanto a partes iguales, sobre todo cuando veo niños que apenas levantan un palmo del suelo y ya saben usar un iPhone o una tablet mejor que yo (que no tengo ninguna de las dos cosas), cuando veo a los hijos de mis amigas acercarse meneando el pañal a la tele y tratando de cambiar la imagen con una pasada de dedo. Hablando hoy del tema con mi madre, he mirado a mi infancia con nostalgia y he recordado algo con lo que solíamos jugar y socializar mucho en aquellos años (y mucho antes también, que tampoco soy tan vieja), se trata ni más ni menos que de los álbumes de cromos. 

   ¿Recordáis cuando todo nuestro tiempo libre lo ocupaba la ardua tarea de completar el álbum?, cuando aparecía papá de trabajar con dos sobres de cromos, cuando los abuelos te decían que por haber hecho bien la tarea te iban a comprar un sobre, cuando pasabas las páginas una y otra vez henchida de orgullo por la gran cantidad de cromos pegados de forma impecable en sus recuadros blancos, cuando en el patio del colegio cogías tus cromos "repes" y manoseabas los de tus compañeros para cambiarlos en un favorable trueque para ambas partes al son cansino de las palabritas "sile, sile, sile, sile.... ¡¡NOLE!!" y he ahí la parte social de los cromos. Lo recordáis, ¿verdad? y seguro que ahora mismo vuestros rostros se hallan iluminados por una dulce sonrisa nostálgica... pero eso es porque no lo recordáis como lo recuerdo yo.

   Todo comenzaba con un gesto inocente: tu madre (o padre, o tío o señor de Cuenca que pasaba por allí) aparece un día por casa y al tiempo que canturrea un "mira lo que te he traiiiiiiiido" te entrega un álbum de la peli de Disney más reciente o de la Barbie (los chicos lo harían de fútbol, Bola de Dragón o similar) o de cualquier cosa que la diabólica mente de la industria siniestra del cromo sea capaz de imaginar; como yo era niña (y lo sigo siendo) me movía en una temática que oscilaba entre el azul pastel y el rosa más chillón. Aún recuerdo mi álbum de La Bella y la Bestia... ahí empezó la transformación.... y la pesadilla. 

   Para empezar, debe de haber una especie de contubernio judeo-masónico según el cual un cromo no se imprime jamás, de modo que lo de acabar un álbum es prácticamente una utopía, pero de eso no te avisan, tú crees que los hacen todos y te cuesta varios kilos de cromos repetidos (los suficientes para rellenar dos álbumes más... salvo el que nunca se fabrica) hasta que tienes que rendirte a la evidencia y dejar el álbum sin terminar. Al principio todo es ilusión, vas con tu álbum a todas partes como si llevaras un incunable, lo enseñas con ilusión... eso sí, lo enseñas tú, no dejas que nadie lo toque con sus sucios dedos arrugadores de esquinas, cada sobre viene lleno de cromos nuevos y los pegas todos, absolutamente todos, y un cromo repetido o dos son vistos como una inversión: "bueno, así lo cambio en el recreo"; pero pronto los inconvenientes se hacen notar: tú, toda perfeccionista, te dejas los ojos y le echas un pulso que ni para manejar una coctelera llena de nitroglicerina, con tal de pegar el cromo tan recto y exacto (porque los recuadros eran blancos y una leve línea de medio micromilímetro cantaba como un tubo de neón) que pareciese parte de la página, pero ahí estaba uno de tus amados progenitores que deseaban crear bellos recuerdos de infancia compartiendo valiosos momentos de actividades comunes... y pegaban el cromo de cualquier manera, es decir, no que lo hicieran mal o con descuido, ¡pero tú sabes que lo hubieras hecho mucho mejor! y un cromo ya pegado es inamovible, ni el hormigón armado es tan definitivo como el pegamento de un cromo; luego estaba el momento en que se te resistía la separación del papel de un cromo y, por descuido, hacías un movimiento fatídico que pegaba una de las esquinas del cromo en cualquier parte de la página... sudores fríos... los primeros tacos de la infancia... deseos de morir y matar.... tirabas con el mayor cuidado mientras te encomendabas a varios santos y lanzabas la oración más sincera que jamás hizo un niño, pero nada, la página se rompía y quedaba marcada para siempre.


   Luego está la famosa y anteriormente mencionada parte social de los cromos, que no deja de ser una introducción al mundo de la mafia, pues está salpicada de extorsiones, abusos de poder, chantajes, hurtos y engaños. ¿Os parece que exagero? ni mucho menos. El trueque de cromos primero es simple, uno por uno, pero existe un factor que al principio no se tuvo en cuenta: ¡el cromo blanco! se trata de ese cromo que suele ser una bella imagen de alguno de los personajes (Bella con una flor, Bella con un pajarito, Bella sola, la tetera, el candelabro poseído...) que sólo tiene función decorativa porque es transparente y no forma parte de ninguna escena... estos no eran necesarios para cambiar porque se podían usar para adornar cuadernos, de manera que si querías que alguna niña te cambiara un cromo blanco, estabas en su poder, y eso se traducía habitualmente en que te exigía dos, tres, cinco o incluso diez cromos a cambio del cromo blanco... y si te quejabas del abuso, como toda respuesta la niña te miraba con maldad y canturreaba "se sieeeenteeee", ahí tenemos el abuso de poder. Pedir cromos a cambio de ayuda para hacer la tarea, de salir beneficiado en algún juego del recreo o de cualquier objeto chulo de escritorio, fue nuestra primera toma de contacto con la extorsión y el chantaje. Intentar deslizar un segundo cromo debajo del que te van a cambiar o tratar de coger otro diferente al que has pedido en un descuido del propietario, es el primer escarceo con la estafa y el engaño. Y lo peor, cuando esa niña cruel se negaba rotundamente a cambiarte ese cromo blanco que a ti te falta (origen de todos los grandes males del mundo: los cromos blancos) y encima te mira con malicia y superioridad, es cuando te inicias en el mundo del hurto... ¡¡que me lo hubiera cambiado por un precio razonable!! se lo ha buscado ella.

   Y cuando, ¡por fin!, terminamos un álbum (en el supuesto de que se hayan impreso, por error, un par de cromos de esos que no se imprimen jamás) o lo damos por imposible y lo relegamos a un rincón de una patada, creemos que la pesadilla ha concluido... ¡pero no! porque ahí está tu padre (madre, tío, señor de Cuenca...) con una nueva pesadilla aun más aterradora, si cabe, pues ya sabemos el espanto que nos espera: ¡¡un nuevo álbum de cromos!!......... en  mi caso, acabado el de La Bella y la Bestia, continuó con Aladdín y ya nunca acabó... porque se hacían cromos de absolutamente todo. Algún día reuniré el valor necesario para hablar del tema con mi psiquiatra.

   Y eso que no he mencionado los cromos que venían en los chicles: se puso de moda un álbum de cromos de Chabel (¿os acordáis de la Chabel? la Barbie pero más pequeña y menos erótica), venían con esos chicles de fresa grandes como ladrillos que parecían hechos de arena del parque, y si completabas el álbum te regalaban una muñequita o complemento... o algo así, que tú creías que el esfuerzo merecía la pena, pero no; en mi clase casi todas hacíamos el álbum, comprábamos los chicles por toneladas, por supuesto no los consumíamos porque, además de ser muchísimos, a la semana estaban tan duros que los podrían usar los anti-disturbios para disolver manifestaciones; y al final, después de rellenar dos álbumes y medio, descubrimos con estupor que a todas nos faltaba el mismo: una Chabel vestida de blanco muy casual... ese cromo jamás se imprimió. ¡Fijaos el calibre del trauma que todavía me acuerdo!... en mi casa había chicles duros hasta debajo de los cojines.

   Es por eso que afirmo que los álbumes de cromos son la antesala del crimen organizado.

  De modo que: ¡¡Padres y madres que me leéis!!, no caigáis en la trampa... ¡proteged a vuestros hijos! proteged su inocencia, no permitáis que entren en un mundo cruel y depredador que sobrepasa sus jóvenes entendimientos, permitid que sean niños el mayor tiempo posible, avisad a otros padres; si algún despiadado pariente aparece con ese espantoso objeto con idea de convertir a vuestros pequeños en aprendices de Vito Corleone, arrebatádselo, placadles en el pasillo, ¡emplead la violencia si es necesario!... vuestros niños merecen que sus padres defiendan su felicidad con uñas y dientes. Las tablet, PSP, ordenadores, etc, son mucho más seguras... ya socializarán (y aprenderán la crudeza de la vida) cuando tengan edad de jugar al World of Warcraft en línea.

   Avisados quedáis.

   Con cariño: Mercedes

lunes, 13 de octubre de 2014

¿Con qué edad me quedaría si viviera cientos de años?

   El otro día, en clase de inglés, durante un ejercicio tuvimos que hablar sobre la inmortalidad y una de las preguntas fue: si pudieras vivir cientos de años, ¿con qué edad te quedarías?... ni que decir tiene que para mí, que en lo que a comerme el tarro se refiere soy casi doctorada, esta pregunta no supuso un mero ejercicio de inglés (un poco chorra, por cierto) sino una reflexión mucho más profunda.

   Mientras que todos los que estaban allí coincidieron en que se quedarían en los veinte o veintitantos años, yo, sin apenas reflexionar, dije absolutamente convencida: "yo me quedaría exactamente como estoy ahora"; supongo que a los que lleváis tres años escuchándome despotricar sobre lo poco que me gusta la treintena, sobre el bajón que me supuso cumplir los treinta y que, por tercer año consecutivo, este año voy a volver a cumplir treinta a ver si me mentalizo de una vez por todas (porque si no estoy mentalizada para los treinta ¿cómo voy a estarlo para los treinta y dos?), os resultará, cuanto menos, llamativo el hecho de que no aprovechase una ocasión tan maravillosa como ficticia para volver a mis amados veinte. Pues bien, os lo voy a explicar.

   No voy a negar que mis veinte tuvieron cosas muy buenas: me pillaron en la universidad, estudiando una carrera que considero la más bonita del mundo, por primera vez en mi vida he disfrutado de verdad estudiando, estaba fuera de casa y disfrutando de una libertad e independencia para mí desconocida hasta ese momento, conocí a buena gente e hice algunas de las mejores amigas que tengo en mi vida, aunque ahora algunas estén geográficamente lejos; no miento si digo que mis años de universidad fueron algunos de los mejores años de mi vida. Durante la veintena conocí al amor de mi vida, no voy a negar que antes me habían gustado chicos (la mayoría de las veces, de forma no correspondida) pero por primera vez supe lo que era enamorarse hasta las trancas, no de un chico, sino de un hombre con las ideas bien claras y el firme objetivo de hacerme feliz, con todo éxito en su propósito; fueron los cinco años más felices de mi vida. Entraba, salía, hacía planes, conseguí mis primeros trabajos, uno de ellos el que yo creía que sería mi futuro laboral definitivo, y supe lo que era independencia económica... que luego descubres que, más que independencia, es una esclavitud porque es empezar a pagarte tus propias facturas y tus vicios y eso ya no se acaba nunca, ¡no hay vuelta atrás!.... papá y mamá ya sólo aflojan la pasta en tu cumpleaños.

   Sentía que me iba a comer el mundo, es más, estaba convencida de ello porque, no importa el camino que llevara mi vida en ese momento, ¡¡tenía tiempo de sobra, no tenía ni treinta años!!........ pero a partir de los veintiséis todo cambió: la tragedia aparece y golpea a mi familia, el trabajo seguro que me daba estabilidad se evapora (en un momento bastante chungo, todo sea dicho), separaciones, amigos que se alejan, planes para toda una vida que se hacen pedazos, un futuro incierto y un enorme agujero negro que no me deja ver la salida.... y la gota que colmó el vaso fue que, de pronto, me descubrí un enorme mechón de pelo blanco bien visible, en la parte frontal de mi cabeza, que a día de hoy no ha parado de crecer hasta dejarme todo el pelo cuajado de canas, que diréis que con lo que llevaba a cuestas eso es una tontería, ¡pues no lo es! al menos si eres una mujer coqueta a la que le gusta verse mona y que se siente todavía demasiado joven para tener las sienes plateadas como Pierce Brosnan pero con un resultado bastante menos sofisticado (porque las sienes plateadas sólo les quedan bien a los hombres, a nosotras nos quedan de pena). Fue una época horrible en mi vida...... bien es verdad que lo mío es algo extremo, no es lo normal (aunque hay cosas bastante peores), y me alegro de que la inmensa mayoría de la gente no pueda entenderme. A lo que voy es a que, a lo tonto, entre planes, disfrutar de la vida, llorar como una princesa Disney tirada boca abajo sobre la cama, tratar de recuperarme, buscar trabajos que resultan ser una auténtica basura pero que necesitaba para las dichosas facturas, etc., de pronto te encuentras con que has cumplido los treinta y te pilla por sorpresa, aunque desde el mismo día en que naciste ya sabías en qué fecha iba a ocurrir semejante desgracia, entonces el razonamiento cambia y te das cuenta de que, esa frontera de "antes de los treinta" que te habías fijado para conseguirlo todo en la vida, la has traspasado y sigues adelante. ¿Y qué? ¿pasa algo? ¿se acaba el mundo?... tal vez no... o tal vez sí. 

   Me refiero a que, en mi caso sí ha supuesto un cambio sensible porque, si pasé mis veintes haciendo planes y definiendo cómo debía ser en función al entorno en el que estaba y deseaba seguir estando (profundizaré en este aspecto en próximos post), los treinta han hecho que me dé cuenta que la vida es lo que ocurre mientras perdemos el tiempo haciendo planes y preocupados porque se cumplan. Pero yo he tomado una decisión y es que voy a dejarme sorprender por la vida: ya no hago planes muy a largo plazo, casi puedo decir que vivo al día, tengo nuevos amigos de los que disfruto cuando se tercia quedar, disfruto de los amigos de toda la vida cuando se tercia quedar con ellos, si un plan me apetece, voy, si no me apetece, lo digo y no voy, si una persona no me aporta nada bueno, paso de ella y que se vaya a rallar a otra, sin paños calientes ni apegos, ya no estoy dispuesta a sufrir por un trabajo basura, quiero una vocación que me aporte cosas, que me haga sentir feliz cuando me levante por las mañanas, y mientras descubro cual es esa vocación, disfruto de mi paro como una campeona. Digo lo que pienso con más libertad porque me importa bastante poco lo que otros piensen sobre lo que digo, como comprenderéis, después de todo lo que llevo andado, a estas alturas no me voy a preocupar por opiniones ajenas, y tal vez eso sea lo más liberador de todo: lo poquísimo que me importa la opinión de los otros, eso a mis veintes era impensable. Me visto como quiero, llevo el pelo como me apetece, me pinto como me da la gana, me adorno igual con maripositas rosas que con calaveras negras, según el día, canto por la calle, salto en los charcos, hablo con total claridad, ignoro los whatsapp cuando me apetece y si espero algo de alguien y no se me da, lo exijo. De momento me está yendo muy bien, eso de la asertividad está muy infravalorado, yo desde que la practico estoy mucho más contenta, pese a lo que mucha gente pueda creer, no he perdido ni un sólo amigo y si alguien se ha alejado de mí, no era tan amigo; estoy más contenta, más a gusto, no me comparo con nadie, sigo siendo muy joven (como tal, me siento) pero ahora soy mucho más sabia. En resumen, podría decir que me siento más feliz.

   En conclusión, que he vivido cosas muy duras y he sufrido mucho, pero también he vivido cosas estupendas, he conocido a gente que me ha marcado, siempre para bien porque incluso de lo malo se saca un aprendizaje positivo, me he perdido y, gracias a eso, he podido buscarme y me he vuelto a encontrar pero de un modo nuevo, diferente, y me he dado la oportunidad de ser sincera conmigo misma, de dejarme fluir y mostrarme al mundo y ¡sorpresa! no sé si a los demás les gustará (sinceramente, me da igual) pero a mí me encanta.... esa es la novedad de mis treinta: que por primera vez en mi vida, ¡¡¡me gusta cómo soy!!!, me miro al espejo y me gusto físicamente, no cambiaría nada de mí, me gusta cómo pienso, me gusta mi sentido del humor negro y un pelín cínico, me gusta tener gustos extraños y variados (me gusta decir que tengo gustos minoritarios) en muchos aspectos de mi vida, me gusta no seguir a la masa y, sobre todo, me gusta no tener que disimular para que otros no se enteren porque me da miedo no ser aceptada. Deberíais probar, ¡es alucinante!.

   ¿Que con qué edad me quedaría si viviera cientos de años? exactamente con la que tengo ahora, con mi aspecto actual, con mi manera de entender la vida y las relaciones humanas, con mi manojo de canas rabiosas, con mis recién adquiridos dolores musculares frecuentes (demasiado frecuentes, diría yo), con mi incertidumbre emocional y laboral que no deja de ser una antesala a la certeza que, seguro, llegará cuando tenga que llegar, ni un minuto antes... y con la gente que me rodea, que es la que tiene que estar.

   La próxima terapia, os la cobro. 

   Con cariño: Mercedes

lunes, 6 de octubre de 2014

Vacaciones

   He estado una semana de vacaciones en la playa. Hasta aquí todo normal.


   Ha sido una cosa totalmente inesperada, uno de esos regalos que te hace la vida. Teniendo en cuenta que encontré un  trabajo de verano, no me podía imaginar que tendría vacaciones, y teniendo la cuenta en precario, ni de broma imaginaba que podría irme a la playa, lo más lejos que pensaba que iba a llegar era a Polán a casa de mis tíos pero, mira tú por dónde, hay que tener amigos hasta en el infierno.

   El caso es que unos amigos me ofrecieron su casa en Murcia y allí que me fui, con mi señora madre en el asiento del copiloto, el maletero lleno de tupper, más ropa que días (con la consabida chaquetita por si refresca... yo llevé dos, y tal cual fueron, volvieron) y la sensación de que algo terrible pasaría que me estropearía las vacaciones (nada pasó).

   El piso estaba en Lo Pagán, que en origen debía ser un barrio de San Pedro del Pinatar, porque era diminuto, en el Mar Menor. Si sumamos mini pueblucho, Mar Menor y última semana de Septiembre, ¿qué obtenemos?.... ¡¡Exacto!! un muermo de tres pares de narices. A pesar de que en las noticias todos los días informaban de que a la provincia entera de Murcia se la acabaría llevando el agua por lo apocalíptico de las lluvias que la asolaban, hizo bastante bueno y pudimos ir a la playa; ¡ah, la playa! lo mejor es relajarse en la arena leyendo a la sombra mientras escuchas el sonido de las olas... pero en el Mar Menor no hay olas, ni cuando hace viento, el agua parecía una bañera. Luego está la cuestión de que, a finales de Septiembre, la gente de cierta edad ya ha vuelto al trabajo (quien lo tenga) y sólo quedan los vejetes, entonces la sombrilla se convierte en una butaca de primera fila en la que ver The Walking Dead en vivo y en directo; hablan por el móvil a un tono que si colgaran y alzaran la voz un poquito más, les iban a oír igual desde Albacete, y se meten al mar a bucear con gafas (no sé para qué, el agua está tan quieta que se ve el fondo como a través de un cristal) y con un sombrerito indescriptible que no sé cuánto les habrán pagado para que se lo pongan. Fue desde mi palco sombrillero que me enteré que la señora de la sombrilla de al lado (unos 50 metros) tiene una hija que se llama "la Mari" y que está a punto de dar a luz, le queda un mes, pero vive en Murcia capital y claro, le pilla a desmano para ir a ayudarla porque ya tiene otro niño y ayuda va a necesitar, pero el marido pasa de estar todo el día llevándola y trayéndola y la hija no se quiere mover de su casa... sobrecogedor..... ¡¡y esto a grito pelado!!. Señora, si a su marido no le importa su problema, ¿¿¡¡qué le hace pensar que puede importarme a mí!!??.

   Otro asunto inquietante de las vacaciones, sobre todo en pisos de alquiler o de prestado, es el tema de la decoración de la vivienda; porque (desde la propia experiencia lo digo) todo lo que nos regalan y no nos gusta pero nos da pena tirar, es susceptible de acabar en la casa de la playa: ¡Qué jarrón más feo! para la casa de la playa. ¿Una máscara africana horrorosa? a la casa de la playa.¿¿La muñeca pálida de porcelana con calvas y cara de que quiere asesinarme mientras duermo??... ¡¡¡¡a la casa de la playaaa!!!!.......... y así, la casa de la playa pasa de ser un acogedor refugio vacacional a convertirse en una sucursal de la tienda de los horrores. No nos engañemos, si no nos gusta en nuestra propia casa, ¿qué nos hace pensar que nos va a gustar más verlo durante las vacaciones?.

   Luego están los inocentes paseos por la tarde, son una trampa mortal porque te pones a andar despacito al lado de la playa, con la suave brisa acariciando tus cabellos, oliendo el aroma a sal, llenando tus ojos con la puesta de sol en el mar... y cuando te quieres dar cuenta y vas pensando en volver, caes en la cuenta de que has andado el equivalente a medio Camino de Santiago y ahora, que estás cansada y te empieza a a rozar la sandalia (que cuando la compraste pensaste: sí, está un poco dura pero ya la domaré, ¡es taaaan mona! ¡merece la pena!) te queda el otro medio Camino. Y ¿por qué todos los apartamentos de vacaciones están siempre al final de una cuesta arriba? porque ese último repechito es mortal, ya harta de andar, de asquerosa sal pegada a los pelos y la tira de la dichosa sandalia ya casi rozando hueso.

   Tampoco ayuda mucho a los paseos vespertinos el hecho de que, un pueblo que ya en temporada alta parece un geriátrico, la última semana de Septiembre tenga casi todo cerrado, el escaparate más interesante que había en varios kilómetros de pueblo, era de una ortopedia y una mercería que tenía expuestos una funda para jamones a punto de cruz y un balón de fútbol tejido en punto con los colores de nuestra bandera.... escalofriante.

   Pero no penséis que no lo he pasado bien, ¡¡he disfrutado como una enana!!, me he bañado en el mar, he descansado mucho.... muchísimo..... ¡¡una barbaridad!! porque he entrado en un nivel de relajación y he dormido tanto y tan profundamente que yo creo que he entrado en coma un par de veces durante la siesta; y eso a pesar de que la cama era lo más parecido a un potro de tortura donde jamás me haya recostado.... ¡¡¡qué dolores de espalda!!! ni en el sillón del dentista he padecido tanto sufrimiento. Luego he conocido nuevas ciudades como Murcia y Cartagena... aunque para mi gusto son muy húmedas. Eso ya lo contaré en otra entrada, creedme, merece la pena. Y estas excursiones fuera de Lo Pagán las pude hacer con la máxima comodidad y eficiencia gracias a que mi generosísima amiga Bea (¡hola rubia!) me dejó su GPS que, si bien acabó por llevarme a todos los destinos que me había fijado, me llevó por algunos caminos tan solitarios e inhóspitos que más de dos veces sospeché que el GPS en realidad quería llevarnos a un lugar lejano para matarnos y que nadie pudiese oír nuestros gritos.... ¡qué suspiros de alivio cuando volvíamos a ver una farola!.

   Así que, con las pilas recargadas por una inesperada escapada veraniega, un nivel de relajación próximo al Nirvana y una renovada fe en la humanidad por la generosidad de quienes, sin ninguna obligación, nos ofrecieron su casa, he vuelto muy a gusto, contenta y llena de optimismo... a ver cuánto tardo en estresarme otra vez. Se admiten apuestas.

   Con cariño: Mercedes

jueves, 2 de octubre de 2014

Consejos vendo...

   El otro día estaba en la peluquería, y la peluquera, a la que conozco desde niña, me preguntó si había salido este verano, le dije que sí, que había estado saliendo bastante y que, de hecho, seguía haciéndolo. También mencioné, así como de pasada, que el próximo lunes había quedado con mis amigas de toda la vida a tomar café, y que al estar casadas y con hijos todas menos una (¡¡hola Bea!!) ya veríamos por qué derrotero iba la conversación, que desde hace unos años salen a colación el percentil, el apiretal, la lactancia y los sarpullidos en el culito bastante más de lo que puedo soportar.... (¡¡Hola amigas!! A pesar de todo os sigo queriendo) Entonces (y aquí concluye el prólogo) la peluquera me dijo la frase elocuente y enigmática que ha suscitado esta nueva entrada: "Lo que tienes que hacer es echarte nuevas amigas"... ¡y se quedó tan ancha!.

   Y es que el tema de los consejos es controvertido y complicado. Como son gratis, la gente se siente muy generosa a la hora de repartirlos como si fueran panfletos anunciadores de una secta que promete felicidad de forma casi mágica, incluso a quien no los ha pedido (que es la mayoría de los casos). De igual modo, el receptor del consejo, dada su gratuidad, también está en el derecho, por su parte, de no hacer maldito caso si no le conviene. Así de aséptico. Pero no siempre es tan sencillo porque en ocasiones el consejo, de puro estúpido, hasta ofende: a mí me pasó que, hace algo más de cinco años, me encontré en una durísima y trágica situación familiar que no voy a detallar aquí, los que me conocéis ya sabéis a qué me refiero, los que no... os hubierais molestado en conocerme antes; el caso es que, mientras que yo estaba a lo mío, sufriendo mi pena sin meterme con nadie, me encontré asediada por varias docenas de consejeros espontáneos a los que no había llamado, con sus mejores intenciones, sus ganas de ayudar y su firme creencia de que, todos y cada uno de ellos, se encontraba en la posesión del secreto para mi rápida recuperación anímica, lanzaban consejos de forma indiscriminada, frecuente y, en demasiadas ocasiones, bastante desafortunada. 

   Como soy muy educada, y esto es mérito de mi mamá, en todo momento tuve claro que cada consejo nacía de la buena voluntad y los deseos de ayudar de la gente, de manera que, en vez de seguir mis primeros instintos y mandarlos a freír monas (ya he mencionado que no pienso usar tacos en mi blog) o algo más, me limitaba a sonreír, asentir y, en ocasiones, a musitar con desgana un "siiiii, claro, claro". Pero luego está ese otro rasgo que me caracteriza, a mí y a toda mi familia por ambas partes: el sentido del humor, rasgo que nunca me ha abandonado por duros que fuesen los tiempos y que, con toda seguridad, ha ayudado a que saliera de muchas situaciones difíciles. El caso es que, una vez sola con mi familia, los consejitos de marras nos han servido de chanza, burla y cachondeo, sobre todo por la estupidez, perogrullada o falta de originalidad de los mismos; porque mi padre insistió en que debía plantearme escribir un libro con todos los consejos que me habían dado, pero luego te pones a pensar y resulta que al final son sólo tres consejos que todo el mundo repite: "Eres muy joven, tienes que tirar p´alante", "esto es sólo cuestión de tiempo, date tiempo" y mi favorito, "tienes que animarte"... éste se quedó calvo pensando.

   Porque otra característica bastante desconcertante de los consejos es que suelen ser incompletos. Me refiero a que te ven mal, triste, de bajón, hecha un asco... y esa persona que te quiere y se preocupa por tí piensa: "¿qué podría hacer yo para ayudar a mi amiga a salir de su estado atribulado y sufriente?... ¡ya lo tengo!... le diré que tiene que animarse"; vamos a ver, a la conclusión de que tengo que animarme ya había llegado yo solita, no soy tan tonta, pero lo que no termino de ver claro es cómo demonios se hace eso, y menos en cuestión de un minuto, que parece ser que es lo que tú pretendes, decirme ¡¡anímate!! y ya está, por arte de magia empiezo a experimentar tal regocijo en mi interior que me salen arcoiris y unicornios por las orejas... ¡¡¡Seriedad, por favor!!! si vais a dar un consejo lo dais bien, con instrucciones concretas, números de teléfono, páginas web y piezas de repuesto si es necesario. Basta ya de perogrulladas y soluciones abstractas, porque eso no son soluciones, ¡me estás resumiendo la situación!.

   Porque el famoso "tira p'alante" es pelín impreciso, ¿p'alante dónde? ¿qué dirección es esa y por dónde se va?.................. el muy socorrido y neutro "date tiempo" o su variante poética "el tiempo todo lo cura" te deja un tanto frío, porque no se trata de una opción, el tiempo va a pasar y punto, y por supuesto que los sentimientos van a amainar, pero eso no depende de mí, es el cerebro solito el que se encarga de matizar la crudeza de unos sentimientos a medida que se toma distancia temporal.................... el "tienes que animarte", me parece que ya he expresado mi opinión de forma bastante precisa..................... y luego está lo que llevo oyendo desde que mis súper fértiles amigas (hola chicas, ¡un besito! ¡os quiero!) empezaron a tener el segundo crío (ya van por el tercero) y yo empecé a sentirme como un ewok en la tierra de los osos amorosos y a pasar demasiados fines de semana sin pisar la calle más que para comprar el pan: "tienes que hacer nuevas amigas con las que salir", ¡más candidatos al nobel!; de nuevo me estáis describiendo una situación pero no me dais ninguna solución, ¿cómo porras se hace eso? ¿hay sociedad protectora de amigas solteras abandonadas esperando adopción?, ¿me voy a un bar, me siento en la barra con un cóctel con sombrillita y cara de "llévame contigo, soy muy buena amiga, te seguiré a todas partes y te prestaré mi ropa"?, ¿se te ocurre alguien a quien presentarme que no sea la plasta de tu hija?... si tienes la solución, ¡¡dámela directamente!! ¡¡¡pero el problema ya lo conozco, no me lo repitas!!!.

   Como bien dijo en una ocasión mi buena amiga Bea M.: "en determinadas situaciones no hay nada que se pueda decir que sirva de algo, pero como la gente no sabe estarse callada, al final acabamos por decir tonterías"

   De manera, amiguitos, que, contradiciendo el sentido de esta entrada, os voy a dar un consejo: en caso de encontrarnos frente a una persona en crisis emocional, falta de salud o atravesando una situación difícil, si no os pide consejo lo mejor es que os abstengáis de dárselo, a no ser que podáis dar ayuda concreta y útil basada en el conocimiento total de la situación que atraviesa; en caso contrario, ayuda y se agradece mucho más, un abrazo, apretón de manos o limitarse a compartir un rato de silencio... lo digo desde la experiencia. Por eso quiero tanto a mis amigas, porque juntas hemos compartido muchos silencios más valiosos que mil consejos.

   Lo curioso es que ésto lo dice una que es muy dada a aconsejar, o que lo era antes de verme objeto de tanto consejo estúpido. Ya lo dice el refrán: consejos vendo y para mí no tengo.

   Así que, al próximo que me aconseje, agradeciendo de antemano la buena voluntad, le aviso que le voy a mandar a un lugar bastante feo, ya que fuera de este blog sí que digo tacos... y pueden llegar a ser bastante desagradables y variados.......... pero siempre de buen rollito, ¿vale?.

   Con cariño: Mercedes