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lunes, 6 de octubre de 2014

Vacaciones

   He estado una semana de vacaciones en la playa. Hasta aquí todo normal.


   Ha sido una cosa totalmente inesperada, uno de esos regalos que te hace la vida. Teniendo en cuenta que encontré un  trabajo de verano, no me podía imaginar que tendría vacaciones, y teniendo la cuenta en precario, ni de broma imaginaba que podría irme a la playa, lo más lejos que pensaba que iba a llegar era a Polán a casa de mis tíos pero, mira tú por dónde, hay que tener amigos hasta en el infierno.

   El caso es que unos amigos me ofrecieron su casa en Murcia y allí que me fui, con mi señora madre en el asiento del copiloto, el maletero lleno de tupper, más ropa que días (con la consabida chaquetita por si refresca... yo llevé dos, y tal cual fueron, volvieron) y la sensación de que algo terrible pasaría que me estropearía las vacaciones (nada pasó).

   El piso estaba en Lo Pagán, que en origen debía ser un barrio de San Pedro del Pinatar, porque era diminuto, en el Mar Menor. Si sumamos mini pueblucho, Mar Menor y última semana de Septiembre, ¿qué obtenemos?.... ¡¡Exacto!! un muermo de tres pares de narices. A pesar de que en las noticias todos los días informaban de que a la provincia entera de Murcia se la acabaría llevando el agua por lo apocalíptico de las lluvias que la asolaban, hizo bastante bueno y pudimos ir a la playa; ¡ah, la playa! lo mejor es relajarse en la arena leyendo a la sombra mientras escuchas el sonido de las olas... pero en el Mar Menor no hay olas, ni cuando hace viento, el agua parecía una bañera. Luego está la cuestión de que, a finales de Septiembre, la gente de cierta edad ya ha vuelto al trabajo (quien lo tenga) y sólo quedan los vejetes, entonces la sombrilla se convierte en una butaca de primera fila en la que ver The Walking Dead en vivo y en directo; hablan por el móvil a un tono que si colgaran y alzaran la voz un poquito más, les iban a oír igual desde Albacete, y se meten al mar a bucear con gafas (no sé para qué, el agua está tan quieta que se ve el fondo como a través de un cristal) y con un sombrerito indescriptible que no sé cuánto les habrán pagado para que se lo pongan. Fue desde mi palco sombrillero que me enteré que la señora de la sombrilla de al lado (unos 50 metros) tiene una hija que se llama "la Mari" y que está a punto de dar a luz, le queda un mes, pero vive en Murcia capital y claro, le pilla a desmano para ir a ayudarla porque ya tiene otro niño y ayuda va a necesitar, pero el marido pasa de estar todo el día llevándola y trayéndola y la hija no se quiere mover de su casa... sobrecogedor..... ¡¡y esto a grito pelado!!. Señora, si a su marido no le importa su problema, ¿¿¡¡qué le hace pensar que puede importarme a mí!!??.

   Otro asunto inquietante de las vacaciones, sobre todo en pisos de alquiler o de prestado, es el tema de la decoración de la vivienda; porque (desde la propia experiencia lo digo) todo lo que nos regalan y no nos gusta pero nos da pena tirar, es susceptible de acabar en la casa de la playa: ¡Qué jarrón más feo! para la casa de la playa. ¿Una máscara africana horrorosa? a la casa de la playa.¿¿La muñeca pálida de porcelana con calvas y cara de que quiere asesinarme mientras duermo??... ¡¡¡¡a la casa de la playaaa!!!!.......... y así, la casa de la playa pasa de ser un acogedor refugio vacacional a convertirse en una sucursal de la tienda de los horrores. No nos engañemos, si no nos gusta en nuestra propia casa, ¿qué nos hace pensar que nos va a gustar más verlo durante las vacaciones?.

   Luego están los inocentes paseos por la tarde, son una trampa mortal porque te pones a andar despacito al lado de la playa, con la suave brisa acariciando tus cabellos, oliendo el aroma a sal, llenando tus ojos con la puesta de sol en el mar... y cuando te quieres dar cuenta y vas pensando en volver, caes en la cuenta de que has andado el equivalente a medio Camino de Santiago y ahora, que estás cansada y te empieza a a rozar la sandalia (que cuando la compraste pensaste: sí, está un poco dura pero ya la domaré, ¡es taaaan mona! ¡merece la pena!) te queda el otro medio Camino. Y ¿por qué todos los apartamentos de vacaciones están siempre al final de una cuesta arriba? porque ese último repechito es mortal, ya harta de andar, de asquerosa sal pegada a los pelos y la tira de la dichosa sandalia ya casi rozando hueso.

   Tampoco ayuda mucho a los paseos vespertinos el hecho de que, un pueblo que ya en temporada alta parece un geriátrico, la última semana de Septiembre tenga casi todo cerrado, el escaparate más interesante que había en varios kilómetros de pueblo, era de una ortopedia y una mercería que tenía expuestos una funda para jamones a punto de cruz y un balón de fútbol tejido en punto con los colores de nuestra bandera.... escalofriante.

   Pero no penséis que no lo he pasado bien, ¡¡he disfrutado como una enana!!, me he bañado en el mar, he descansado mucho.... muchísimo..... ¡¡una barbaridad!! porque he entrado en un nivel de relajación y he dormido tanto y tan profundamente que yo creo que he entrado en coma un par de veces durante la siesta; y eso a pesar de que la cama era lo más parecido a un potro de tortura donde jamás me haya recostado.... ¡¡¡qué dolores de espalda!!! ni en el sillón del dentista he padecido tanto sufrimiento. Luego he conocido nuevas ciudades como Murcia y Cartagena... aunque para mi gusto son muy húmedas. Eso ya lo contaré en otra entrada, creedme, merece la pena. Y estas excursiones fuera de Lo Pagán las pude hacer con la máxima comodidad y eficiencia gracias a que mi generosísima amiga Bea (¡hola rubia!) me dejó su GPS que, si bien acabó por llevarme a todos los destinos que me había fijado, me llevó por algunos caminos tan solitarios e inhóspitos que más de dos veces sospeché que el GPS en realidad quería llevarnos a un lugar lejano para matarnos y que nadie pudiese oír nuestros gritos.... ¡qué suspiros de alivio cuando volvíamos a ver una farola!.

   Así que, con las pilas recargadas por una inesperada escapada veraniega, un nivel de relajación próximo al Nirvana y una renovada fe en la humanidad por la generosidad de quienes, sin ninguna obligación, nos ofrecieron su casa, he vuelto muy a gusto, contenta y llena de optimismo... a ver cuánto tardo en estresarme otra vez. Se admiten apuestas.

   Con cariño: Mercedes

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