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domingo, 15 de noviembre de 2015

Estoy en crisis

   Desde hace algún tiempo estoy en crisis, pero no económica... bueno sí, también, pero que me refiero a otro tipo de crisis más profunda, más compleja y de más difícil solución: una crisis existencial.

   A mis veinticinco me encantaba la vida que tenía: tenía trabajo fijo en la empresa familiar, donde veía un futuro laboral y económico estable, tenía ilusión por ir a trabajar cada día, estaba amueblando mi casa, tenía a un hombre maravilloso al que quería con locura y que me quería de la misma manera, tenía mis grupos de amigos en las mismas circunstancias y con las mismas inquietudes, en resumen, tenía una vida que me encantaba y una autoestima a prueba de bomba que me hacía ver el futuro como un viaje maravilloso que estaba deseando emprender.

   Pero la vida tiene esos giros sorprendentes y, en ocasiones, desagradables, de manera que al año siguiente todo se tambaleó y comenzó a caer haciendo un efecto dominó que convirtió mi vida en algo que, por más que lo mirase, no era capaz de reconocer como mío y que no sabía por dónde coger. Me llevó tiempo, años, recoger todos los cachitos desperdigados tras la hecatombe y encontrarles un nuevo hueco, porque en el que antes estaban, ya no encajaban.


   Y así me encuentro hoy, con taytantos años y un futuro bastante incierto. No tengo pareja, no tengo trabajo fijo, la formación que tanto esfuerzo me costó adquirir, ahora es insuficiente y sin tener del todo claro lo que quiero hacer con el resto de mi vida.

   ¿Triste? pues no, qué queréis que os diga.


   La cuestión es que esa crisis existencial en que me vi, y todavía me veo, sumida está siendo más una bendición que otra cosa, aunque cualquier persona sensata lo vería como todo lo contrario: en el terreno sentimental no levanto cabeza, o no encuentro nada que me llame la atención, o encuentro falta de compromiso, poca inteligencia emocional o incluso quien sale corriendo sin dejar rastro (lo juro, me ha pasado con uno... igual lo han secuestrado las FARC y yo aquí pensando mal); en lo laboral estoy ya bastante cansada de dar tumbos de un lado a otro y no tener ni ingresos ni un horario fijo al que acomodarme para poder relajarme; en lo formativo estoy teniendo que gastarme una pasta que no tengo para ser competitiva frente a gente con más titulaciones y menos edad; con los amigos ya no me encuentro, al menos con los de toda la vida porque están teniendo hijos como conejos, y me busqué distintos grupos bastante diferentes, en varios de los cuales soy la mayor con gran diferencia; tengo el pelo gris y me saca de mis casillas ver que las raíces salen con una rapidez pasmosa, engordo con una facilidad de record guiness y tengo dolores corporales con regularidad.... ¡ah! y me acabo de descubrir arrugas en el contorno de los ojos.

   ¿Por qué, entonces, no admitir que todo es un asco en vez de negarlo? Porque todo lo que me pasa, todo lo que conlleva esta crisis existencial, tiene un gran encanto si se mira con la perspectiva adecuada.


   La falta de estabilidad emocional me está permitiendo conocer gente nueva, diferente, tener experiencias muy variadas y aprender de cada una de ellas, además, que la cosa no vaya bien no quiere decir que no la haya disfrutado en lo que ha durado... sobre todo, una va descubriendo lo que NO quiere de una relación y, lo más importante, aprende a valorar los momentos de soledad y de amor a sí misma, que al final es la persona con la que vamos a compartir el resto de la vida. 

   La falta de estabilidad laboral me ha permitido picar en muchos sectores y descubrir que se me dan bien cosas que nunca habría imaginado... si al terminar la carrera me hubieran dicho que habría acabado de docente, me habría reído hasta caerme al suelo.

   La precariedad económica ha permitido que valore más los pequeños y gratuitos placeres de la vida, como una tarde paseando en buena compañía o una caña con tres amigas riéndonos a carcajadas... Vivo pensando en vivir el hoy sin pensar demasiado en el mañana porque tampoco puedo hacer planes a largo plazo. Los grandes viajes a todo tren, las cantidades ingentes de ropa nueva y la ruta 66 pueden esperar, e incluso no llegar nunca, siempre que pueda apreciar los pequeños placeres gratuitos de la vida, el dinero será secundario... ¡seguiré tirándome a las ofertas de Springfield! Prada tendrá que esperar.


   Tener que salir de mi zona de confort en lo relativo a los amigos, ha hecho que conozca gente increíble que en otras circunstancias no habría conocido, cada grupo me aporta cosas muy distintas, a cada uno le necesito en un momento diferente y, si algo va mal y necesito ayuda, todos acuden en masa sin ser llamados.

   Mis canas son producto de que cumplo años, ¡gracias a Dios!, mis dolores corporales los tengo porque no paro de moverme de un lado a otro, a veces dando tumbos, a veces dando muchas vueltas y a veces bailando, pero me muevo. Las arrugas son producto de lo mucho que me río todos los días, aunque sea de mí misma, y si engordo es porque he decidido darme un capricho, o dos o veinte, o porque tengo muchos amigos con los que salir de cañas y tapitas.


   Soy imperfecta, soy bastante desastre en muchos aspectos, no llevo una vida que demasiada gente envidiaría, soy muy boca chancla y meto bastante la pata, no me entiendo ni yo... ¡y me encanta ser así! me ha costado mucho llegar a ser tan imperfecta, pero una imperfección maravillosa que me encanta, y no lo cambiaría por nada del mundo... ¡¡BENDITA CRISIS EXISTENCIAL!!

   Con cariño: Mercedes


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