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domingo, 18 de enero de 2015

No sé...

   Tengo una característica muy mía. No sé si se trata de un defecto, de una virtud o de ninguna de las dos, pero el caso es que se trata de algo que no puedo evitar, me sale solo y tan natural como respirar: saco conclusiones. Pero es que saco muchas conclusiones, de todo en general, de lo cotidiano, de lo extraordinario, de lo humano y lo divino; lo de que no sé si es un defecto es porque, treinta y dos años ejercitándome en la extracción de conclusiones de cada mínima e insignificante situación que me rodea (no es necesario que me atañan... ¡para nada! también opino del resto del mundo, ¡faltaba más!), ha hecho que adquiera destreza en la materia y ya las saco con extraordinaria rapidez y, cada vez en más ocasiones, suelo dar en el clavo.

   Pues bien, apenas llevo semana y media como profesora de secundaria, siete días para ser exactos, y ya he sacado varias conclusiones sobre la educación, el sistema educativo y los adolescentes. Durante años he escuchado a mis amigas, familiares y conocidos varios que se dedican a la enseñanza, hablar del tema, y he sacado conclusiones basándome en lo que escuchaba, pero ahora lo estoy viviendo y, con la rapidez y eficiencia que me caracteriza, he completado el mapa general de la situación. 

   Os las voy a contar:

   Doy clases a adolescentes entre 3º de ESO y 2º de Bachillerato, es decir, entre 14 y 18 años más o menos (sin contar que hay bastantes repetidores), es un instituto concertado y privado, de un pueblo cercano a Toledo y no con mala fama, de hecho los alumnos son bastante buenos en general: no hay chicos especialmente conflictivos, al menos en mis clases, y las clases peores no pasan de ser más habladoras de lo que me gustaría... pero un par de comentarios bordes con cara de ya-está-bien-guardad-silencio-si-sabéis-lo-que-os-conviene y es suficiente para que se den cuenta de que se han pasado, se callen y esperen unos cuantos minutos más para volver a tensar la cuerda y ver hasta dónde pueden llegar esta vez.

   Pese a la diferencia de edad, en todas las clases la actitud es la misma, los comentarios y respuestas son los mismos cuando se les pregunta cualquier cosa: no sé. Resume con tus palabras el párrafo que acabas de leer. No sé... Antes de explicarlo ¿qué te parece que puede significar sexenio democrático? No sé... Según el gráfico, ¿qué porcentaje de cultivo de vid hay en nuestra comunidad autónoma? No sé... ¿Qué es una comunidad autónoma? NO SÉ................. Lo preocupante del caso no es que no lo sepan, es que responden de inmediato sin pararse un momento a pensarlo... ¡claro que no sabes lo que es el sexenio democrático! ¡todavía no lo hemos visto! pero según las palabras, no es difícil deducir que se trata de un periodo de seis años en que hubo democracia en España (hablamos de Historia de España), o si miras el gráfico cinco segundos seguidos, verás que el palito rojo que se corresponde al viñedo en Castilla la Mancha, termina justo al lado de un número redondo... ¡¡pues ese es el porcentaje!! Al tan frecuente no sé le suele acompañar una mirada bovina de inocencia, es entonces cuando les digo: ya sé que no lo sabes pero quiero que lo deduzcas, así que ¡¡PIENSA!! En algunas ocasiones el alumno en cuestión se rinde sin pelear y repite nosénosénosénosé como una letanía mientras otros, con menos miedo al ridículo, van levantando la mano para responder; en la mayoría de los casos, la víctima de mis preguntas frunce el ceño, vuelve a mirar el texto esperando ver ahí la respuesta, yo pido a los demás que bajen las manos y le dejen pensar y.... ¡voila!.... el chaval aventura una respuesta surgida del fondo de su razón, casi sin estrenar, y en un porcentaje elevadísimo de las veces, ¡¡¡¡acierta!!!!. Lo peor de todo es que ellos se sorprenden de haber acertado más de lo que me sorprendo yo... porque yo no me sorprendo en absoluto, sé perfectamente que van a llegar a esa conclusión sólo con que se molesten en pensar.

   Pero es que ahí está la clave; les enseñamos a servirse de todos los avances tecnológicos que van surgiendo (libro digital, pizarra digital...), les enseñamos páginas web para que busquen documentales, les enseñamos a teclear deprisa, saben usar una tablet, ipad, iphone, etc, casi desde antes de que se descubran los dedos de los pies, pero estamos olvidando enseñarles a usar el instrumento más valioso que tienen a su alcance: su propia inteligencia. Cuando explico en las clases, no veo que nadie tome apuntes jamás, ni siquiera cuando digo "esto es importante y no viene en vuestro libro, deberíais apuntarlo", nada, como si no fuera con ellos; si les pido que hagan unos ejercicios, casi me preguntan hasta dónde poner las comas; si tampoco hacen ellos sus propios resúmenes, ¡el profesor al que sustituyo se los da ya hechos!. Ayer me preguntaron en una clase de 3º ESO que si yo les iba a hacer el examen cuando acabáramos el tema, les respondí que no, que ya se lo haría su profesor cuando volviera y ellos se echaron las manos a la cabeza porque para entonces ya se les habría olvidado... les pregunté asombrada si, de verdad, se tenían por tan torpes como para no poder estudiar más adelante, o tan zopencos como para no haber retenido nada y necesitar empezar de cero, concluí diciéndoles que lo que son, en realidad, es vagos, pero que ni siquiera es culpa suya, somos todos, empezando por los padres y continuando con los profesores, los que les hemos dado todo tan mascadito y les hemos facilitado tanto la vida que les hemos convertido en unos vagos que, sencillamente, no se sienten capaces de hacer nada porque, si siempre se lo han dado todo hecho, será porque yo no voy a poder.

   Comentando con otros profesores, coincidían conmigo en que cada vez se exige menos a los estudiantes, pero esto no necesariamente hace que el nivel suba sino todo lo contrario: hay un número extraordinariamente alto de alumnos de diversificación en cada clase. La diversificación (o diver, que lo llaman ellos) es que a los alumnos que no dan de sí para seguir el ritmo normal de la clase, se les lleva a otra clase en determinadas asignaturas y se baja el nivel de la misma para adaptarlo a sus capacidades; hasta aquí bien. Pero me resultaba increíble que en cada clase hubiera un número tan elevado de alumnos con dificultades cognitivas, entonces me confesaron que, como en este sistema sólo se puede repetir una vez, luego se dedican a pasarles de curso aunque lleven todas suspensas, con lo cual cada año es más impensable que puedan seguir la clase con normalidad; esos alumnos que acaban por pasar de estudiar, sencillamente, se les manda a diver para ver si se puede hacer algo con ellos a base de bajarles el nivel hasta que cumplan la edad en que la enseñanza deje de ser obligatoria... y ni así.


   En resumen: estas generaciones no son más tontas que las anteriores, son exactamente igual de inteligentes, capaces y curiosos, porque muchos de ellos hacen preguntas realmente inteligentes y demuestran tener curiosidad y ganas de aprender, la diferencia se encuentra en que los adultos parece que tenemos poca fe en sus capacidades. Nos creemos que por dárselo todo hecho les hacemos un favor, les facilitamos la vida, pero en realidad les estamos impidiendo que se desarrollen y maduren, no les permitimos practicar la responsabilidad, razonar, trabajar. Cuando la mariposa empieza a romper el capullo para salir, tiene que luchar, pelear, retorcerse y sufrir durante horas hasta verse liberada del todo, pero gracias a esto sus alas adquieren fuerza y se enfrenta a la vida volando independiente, si alguien tratase de evitarle ese agotador trabajo por compasión y rompiese el capullo, la mariposa no adquiriría la fuerza necesaria en sus alas y no podría volar.

   Bueno, pues esta es una de las conclusiones que, en mi, de momento, breve experiencia docente he sacado. Lo bueno que tengo es que mis conclusiones no son inamovibles, de manera que ¿quién sabe? con una experiencia más amplia, podría cambiar de opinión, ya os iré contando. 

   Como este post ya me ha quedado pelín largo, más adelante os contaré alguna conclusión más... que las hay.

   Con cariño: Mercedes

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