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domingo, 22 de marzo de 2015

El lado negativo de las cosas

   El otro día mi amiga Pitita mandó al grupo de whatsapp que tenemos los amigos unas fotos del programa para esta semana de fiestas que se acerca, anunciaban a bombo y platillo un mercadillo temático, pero no el trilladísimo y requetevisto mercado medieval que viene cada quince días con los mismos puestos, atracciones (que no atraen a nadie) y espectáculos que no salen de las aves de cetrería y cuatro tíos con gaitas y panderetas tocando para que dos hippies con rastas salten alrededor, que a la primera no está mal y llama la atención pero es que ya casi los conocemos por sus nombres. Pues en este caso el mercadillo temático ha cambiado y va a ser algo totalmente distinto y revolucionario, va a ser.... ¡tatacháaaaaaan!.................. ¡¡un mercado renacentista!!

   
   Pues el caso es que ella lo pone con toda su buena voluntad, con el único afán de hacernos conocedores de la oferta lúdica-festiva de la semana presente sin esperar nada a cambio, pero mi naturaleza es más fuerte que la prudencia y las buenas maneras y no puedo más que responder: "no os engañéis, no es más que el mismo mercado medieval solo que los de los puestos han lavado los trajes"

   Cuando se lo conté a mi madre le dio un ataque de risa, a mi me pareció que la reacción era desproporcionada, la cosa no tenía tanta gracia, pero lo que en realidad le hacía gracia era pensar en las reacciones de mis amigos cuando leyeran las respuestas cortarrollos que suelo dar a sus comentarios positivos e inocuos; eso me hizo pensar, ¿por qué tengo esa necesidad de hacer ver a todo el mundo el lado feo, malo y chungo de las cosas? yo presumo de ser una persona positiva pero siempre realista y equilibrada, y es ese punto de realidad y equilibrio lo que me hace buscarle a todo lo malo un lado positivo pero también el lado negativo a todo lo aparentemente bueno... eso sí, con gracia.


   Es por eso que, cuando me entero de que se ha formado una pareja nueva, no puedo evitar calcular cuánto tardarán en romper, a veces incluso aventuro el motivo (y es que hay casos muy obvios). Cuando alguien ha tenido un bebé, desconozco el motivo, suelo encontrarle parecido con un elfo doméstico y me cuesta aguantarme la risa, pero tengo súper perfeccionada la conversión de la mueca en sonrisa tipo es-la-cosa-más-mona-que-he-visto-en-mi-vida-y-me-lo-quiero-comeeeeer. Cuando esa gente que ha tenido niños se dedica a petar los grupos de whatsapp con fotos de dicho bebé comiendo, durmiendo, riendo, llorando, con/sin pañal, ropa de invierno, avance de temporada primavera/verano, jugando a la pelota, haciendo el pino-puente y medio millón de maneras más... es que según me llegan las borro, en primer lugar porque a muchos de esos bebés ya los conozco al natural y no se me van a olvidar sus caras en cuestión de una semana, y luego está el consabido problema del espacio en las memorias de los móviles, pero cuando manifiesto públicamente que las borro sin apenas mirarlas, ¡la gente reacciona como si yo fuese la heredera de Herodes!, no odio a esos pequeños "milagritos regordetes", pero paso de tenerlos en mi móvil, ¿tan raro es?. 

   O cuando alguien se va de vacaciones y las retransmite en directo vía facebook o peor aun, vía whatsapp. La gente en los grupos pone (leer con voz de pija) "manda fotos porfa" que yo hay veces que ya no lo digo pero es que me dan ganas de decir: "vamos a ver, en primer lugar si yo me voy de vacaciones voy a desconectar de todo, incluidos vosotros, así que no voy a estar pensando en mandaros un reportaje completo de mi viaje a tiempo real; y en segundo lugar, si soy la que no me he ido y estoy fastidiada en casa mientras tú disfrutas de unas vacaciones geniales... ¿qué te hace pensar que quiero que me lo restriegues a todas horas?, ya aguantaré el power point completo cuando vaya a tu casa para comerme el surtido de comidas típicas de donde quiera que hayas estado, precio a pagar por ponerte las botas gratis de productos más o menos exóticos".

   Luego están esas cosas que parece que a todo el mundo le hacen un montón de ilu y que a mí me dan igual: el otro día medio confirman que puede ser, que quizás, a lo mejor, unos huesos que han encontrado mezclados con los de otros dieciocho individuos, quizás sean de Cervantes, ¡la gente se ha puesto como loca! y yo no entiendo por qué; me preguntaron unos alumnos en clase sobre este tema y me dijeron que para qué servía este descubrimiento, mi respuesta fue clara: "antes decían, aquí está enterrado Cervantes, y ya está; ahora dirán, aquí está enterrado Cervantes, lo hemos comprobado, 1'50€ por favor, y la gente lo pagará y se irá súper contenta". ¡Pérdida de tiempo más tonta!.


   Y eso para cuando mi madre, que es la persona con la que más confianza tengo en la vida, me cuenta cualquier cosa que ha escuchado, leído o me informa sobre alguien que conocemos; no necesariamente es nada importante, en ocasiones es sólo por conversar... hablar por no estar calladas, vamos. Entonces, cuando termina de contarme lo que sea, con toda su buena voluntad de dialogar con su hija, voy le digo con cara de aburrimiento: "esa información ha cambiado por completo mi vida" a lo que suele seguir un zapatillazo o colleja (y bien merecida), razón por la cual ahora evalúo la distancia que nos separa antes de dar tan borde y desagradable respuesta.


   Y a veces me pregunto, ¿por qué tengo este gen que me impulsa de forma irracional a fastidiar al prójimo cuando más feliz e ilusionado está?. No lo sé, será este puntito oscuro que crece en mi alma poco a poco y me impulsa a luchar contra esa corriente destructiva de buen rollito que trata de dominar el mundo; si yo no pusiese mi punto de oscuridad y negatividad en cuanto me rodea, el mundo sería un lugar lleno de flores, mariposas, osos amorosos y unicornios vomitando arco iris por todas partes... ¡un infierno!.

   Lo mejor de todo es que, aunque a veces os llevéis las manos a la cabeza por mis respuestas (que pueden llegar a rallar lo siniestro), seguís siendo mis amigos y llamándome para quedar, con lo que, en el fondo de vuestros rosas, cálidos y esponjosos corazones, sabéis que algo de razón llevo.

   Con cariño: Mercedes

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